Platón, nombre que significa “el de espaldas anchas”, tenía buenas presencia y posición social; dejó sus riquezas para continuar los estudios de Filosofía que los inició con su maestro Sócrates; adquirió un jardín de olivos que además tenía un gimnasio dedicado al héroe legendario Academus y en ese lugar fundó su institución de docencia e investigación con el nombre de Academia, una escuela que se convertiría en centro de la vida intelectual durante muchos siglos. El docente fue el mismo Platón, a lo largo de veinte años.
El académico es una persona trascendente en su vida profesional, artística, investigativa o literaria, con vivencias que le sustentan en esta nominación que lleva inherente la noble tarea de filosofar y analizar conceptos superiores, para guiar y fundamentar los avances de todas las disciplinas relacionadas con las áreas de su incumbencia, a escala nacional y universal.
En el Ecuador han sido la literatura (la lengua), la historia y la medicina, ciencias y artes de permanente estudio y evolución, las que han plasmado sus respectivas academias.
La Academia Ecuatoriana de la Lengua, correspondiente a la Española, se estableció en octubre de 1874 e integró con destacados miembros, como Juan León Mera, Pedro Fermín Cevallos, Antonio Borrero y muchos más en su excelsa existencia. La preside la profesora Susana Cordero.
El ejemplo de España y el anhelo de tener una Academia Nacional de Historia movió a monseñor Federico González Suárez a organizar la Academia Nacional de Historia, que obtuvo legalización oficial en el Congreso de 1920, con el ejecútese del presidente José Luis Tamayo.
Han sido sus académicos, Jacinto Jijón y Caamaño, Luis Felipe Borja (hijo), Isaac J. Barrera, Julio Tobar Donoso, Jorge Salvador Lara, Plutarco Naranjo Vargas, Manuel de Guzmán Polanco, Jorge Núñez, Claudio Mena, Juan Cordero Íñiguez y otros distinguidos historiadores.
El 15 de septiembre de 1958, hace 54 años, el aula Benjamín Carrión de la Casa de la Cultura fue el escenario en el que culminaron los afanes de un grupo de médicos que, habiéndose especializado en el exterior, quisieron dotar a su profesión del estamento más elevado de estudios y difusión, la Academia Ecuatoriana de Medicina. Respaldó su creación un acuerdo ministerial. Fundaron la Academia los doctores Raúl Murgueytio, Leonardo Malo Borrero, Luis Áchig Marín, Marco Herdoíza Vásquez, Marco Moyano Merino, Gonzalo Uquillas Baquero, entre otros y la han engalanado Plutarco Naranjo, Augusto Bonilla, Nicolás Espinosa, Rodrigo Fierro, Édgar Samaniego, Carlos Salvador, Mauricio Letort, Marcelo Moreano, Frank Weilbauer, Eduardo Villacís, y muchos más.
Académicos… profesores y maestros, sembradores de ciencia y virtudes, son valiosos ejemplos de la forma en que el inexorable tiempo ha acumulado calendarios y sabiduría en detrimento de la novelería inexperta que desdeña absurdamente al experimentado científico y al docente diestro y docto.
Columnista Invitado