La Academia de Medicina

En un país como el nuestro en el que las instituciones no llegan a su pleno desarrollo y madurez, la Academia Ecuatoriana de la Lengua, la Academia Nacional de Historia y la Academia Ecuatoriana de Medicina (AEM) son excepciones en extremo significativas. A los escritores y académicos nacionales se les debe el mérito indiscutible de que en el imaginario de la comunidad internacional nuestro país exista, y ello no suponga conocerlo tan solo por sus desastres naturales o convulsiones políticas.

La más joven de las tres academias clásicas, la AEM, lleva 50 años de existencia. Fue fundada por a la generación de médicos quiteños que cuando retornaron luego de especializarse en Europa y EE.UU, llevaron a la medicina nacional a las modernidades que exigían los nuevos tiempos.

La actividad desarrollada por la joven academia ha sido intensa y se halla registrada en ‘Anales de la Academia Ecuatoriana de Medicina’, y en la ‘Historia de la Academia Ecuatoriana de Medicina’, publicada cuando cumplió 50 años de labores ininterrumpidas. La obra ‘Biopatología Andina y Tropical Ecuatoriana’, en tres volúmenes y 1 800 páginas, un referente bibliográfico para los investigadores andinos, fue resultado del empeño de los médicos académicos nacionales. Entre ellos se cuentan siete de quienes recibieron el Premio Nacional Eugenio Espejo en Ciencias, tres de los que presidieron la Asociación Latinoamericana de Academias Nacionales de Medicina, dos de los que fueron elegidos Héroes de la Salud Pública de Ecuador y de las Américas, y uno de los científicos a quien la Real Academia Nacional de Medicina de España le designó Académico de Honor.

Tales antecedentes debieron pesar en la decisión que tomó el Fonsal -hemos de creer que con el beneplácito del Ministerio de Salud Pública-, de proporcionarle a la AEM, para que allí funcionara su sede, el Pabellón 4 del antiguo Hospital Eugenio Espejo, admirablemente restaurado como centro de las actividades científicas, preponderantemente médicas, en la capital de la República. Nada del otro mundo si se considera que en Argentina, Venezuela, Chile y Colombia, digamos, sus academias de Medicina funcionan en locales espléndidos. Para la AEM tal decisión ha sido un estímulo; en los últimos tiempos temas de interés nacional sobre bioética, farmacoeconomía, trasplantes, genética, han sido tratados en conferencias, cursos y mesas redondas. Fuerte acto de presencia la de la AEM.

Por todo lo antedicho, con sobradas razones es que la AEM se ha dirigido al Presidente de la Asamblea Nacional solicitándole se la incluya en el Sistema Nacional de Cultura que contempla el proyecto de la Ley de Cultura que se debate en el máximo organismo legislativo. El concepto moderno de cultura incluye las actividades académicas.

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