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Es verdad que se luchaba contra un gobierno que utilizaba todas las armas posibles para evitar sindicados de primera línea. En el caso Odebrecht por un monto (USD 33. 5 millones, un arrecife respecto al conjunto del océano) tuvieron tiempo y recursos para asumirlo como acusación política y jurídica. Les faltó liderazgo y, por ende, una estrategia. Caminaron pensando que era una maratón cuando se trataba de una carrera de 100 metros planos. Esperaron sentados la lista y perdieron las elecciones.
Olvidaron principios básicos: se hace camino al andar; el que pega primero pega dos veces y se pone la otra mejilla siempre que la primera esté maltrecha. León Febrero Cordero, históricamente no es un ejemplo en muchas áreas, pero por su habilidad para conocer el entorno y actuar de inmediato fue nominado para el Oscar de virtudes maquiavélicas. Inició su carrera a la Presidencia con un juicio político por unas muñecas de trapo que importó la Policía Nacional como regalo de Navidad a las tropas. Y en nuestros días, Walter Spurrier, en una de sus columnas en El Universo, en los días álgidos de la segunda vuelta, les dio una lección a los tímidos cuando título un artículo: “Nombres. Nombres…”. No entendieron, o pensaron que era una expresión en idioma portugués.
Parece que la madeja de Odebrecht empieza a desenredarse y se desconoce si hay una ruta fija o solo es una versión contemporánea de los tejidos de Penélope mientras esperaba el arribo de Ulises y postergaba a los pretendientes: se tejía en la mañana y se deshacía en la noche.
El socialismo en el parlamento negó una propuesta de la oposición sobre el caso brasileño por 75 votos contra 58. Dirán que era suficiente socialmente. Se sentaron y esperaron que el gobierno apague la velas y les sirvan un pedazo del pastel .
El monto de la travesura en nuestro medio equivale a una propina o a una yapa. El asunto era que supuestamente implicaba a esferas altas del régimen. Era la principal arma electoral y la guardaron para mejor momento; es decir, pasada la segunda vuelta. Para colmo, nos sometimos a decisiones judiciales de Brasil para la información de la lista. Ellos podrán ordenarlo en su inmenso territorio, pero no en el de Ecuador que es soberano y tiene sus propias normas sobre la reserva de la información. Salvo razones estratégicas de seguridad nacional todo lo demás es público. De lo contrario, la reserva es encubrimiento y lavandería de ropa sucia en casa. Tal restricción equivaldría a la práctica de una rara democracia; el pueblo no tiene por qué enterarse de todo. Ellos deben limitarse a votar y a pagar impuestos. Volvemos a los tiempos cuando a los indios y a las mujeres se le impedía el sufragio, por cuanto, se decía, no estaban preparados ni capacitados para distinguir entre conservadores y liberales.