De las grandes paradojas de esta administración es por qué el Gobierno cuyo núcleo primigenio nació en Quito, desde donde se armó la primera plataforma de apoyo para Rafael Correa y es su plaza electoral natural, la ha dejado en abandono. Y por abandono me refiero a que al tiempo que en el resto del país, las vías y otras obras de infraestructura se encuentran en estado de desarrollo boyante, por acá pareciera que hemos caído víctimas de una especie de inopera-tividad negligente por parte de las autoridades.
Al salir de Quito, uno ya puede constatar que cuando uno más se aleja de la capital se puede recorrer en carreteras de primer orden, mientras que por aquí tan solo los trabajos de reparación de la vía Oriental, toman inusitados lapsos, y el resultado final sigue siendo un defectuoso bacheo. El rezago es de tal magnitud, que mientras ciudades como Bahía de Caráquez tienen puentes flamantes, aquí seguimos usando uno provisional de hace cuarenta años en una vía de tráfico intenso como la Tumbaco-Puembo.
Así, resulta angustiante el estado de vulnerabilidad en que nos encontramos. Parece que en ese aspecto estamos librados a nuestro afortunado o desafortunado destino. No existe un plan serio para afrontar los riesgos a los que estamos expuestos.
Si un sismo insignificante como el sentido hace algunos días, inhabilitó al puente del Chiche por un fin de semana completo, se pueden imaginar qué sucederá con Quito, el día en que vivamos un episodio parecido al terremoto de Japón o el de Chile –realidad por lo demás poco descartable -.
¿Está la ciudad preparada para un evento como ese? Sospecho que ni remotamente.
El nuevo aeropuerto que debiera ser un centro logístico al que se llegue de forma fácil y ágil desde todos los puntos de la ciudad, ni siquiera contará con vías de acceso cuando inicie sus operaciones. Peor aún, si ocurriera un evento como el que inhabilitó al Chiche –puente provisional–, llegar al aeropuerto para un vuelo interno será un verdadero periplo.
Así, mientras el Gobierno exhibe un récord nada despreciable como ejecutor eficiente de obra pública, en Quito vamos en contracorriente. Por acá no sucede nada significativo, el tránsito está cada día peor, las soluciones que se idearon para combatirlo son hoy en día nulas, y el panorama aciago de una ciudad poblada de cables semicaídos y árboles cortados se va volviendo cotidiano.
Ahora, que a este Régimen se le pase por alto el abandono, es dudoso. Este no es gobierno de dar puntada sin hilo, peor cuando hay votos de por medio, por eso creo –descabelladamente quizás– que a Quito el Gobierno le tiene preparada una sorpresa para la 2ª mitad de gestión. Caso contrario, esta lógica tendría poquísima viabilidad electoral.