Si Quito quiere progresar necesita un buen aeropuerto. El actual no es lo suficientemente grande o seguro como para cumplir el rol de conectar a la capital con el mundo. Por eso, desde hace décadas se quería construir uno nuevo. Pero nadie se imaginó que logremos hacerlo tan lentamente y perder tantas oportunidades.
La planicie de Oyambaro estaba reservada para el nuevo aeropuerto desde los años 70, pero el proyecto actual arrancó en serio en el año 2000 cuando el Municipio pidió la competencia al gobierno. Luego, un consorcio de empresas de EE.UU., Canadá y Argentina presentó una propuesta y en septiembre 2001 se realizó un ‘Swiss challenge’, un concurso en el que cualquier empresa del mundo tenía la posibilidad de competir contra el consorcio proponente. Desgraciadamente, justo en la mitad del ‘challenge’, se le ocurrió a un grupo de fanáticos estampar dos aviones en las Torres Gemelas, con lo que la industria de la aviación perdió todo atractivo y nadie más se presentó a competir.
Por lo tanto, al consocio Quiport se le concesionó la administración del Mariscal Sucre y la construcción del nuevo. Luego de meses de negociaciones y de complejos retos jurídicos, el contrato se firmó en el 2002 y la fecha de inauguración se fijó para el 12 de octubre del 2010. Hace dos años y dos días.
La idea era que se hiciera una renovación del Mariscal Sucre y se construyera el nuevo, todo con recursos privados y con los ingresos por los servicios aeroportuarios. El Municipio no ponía recursos, pero sí daba el ‘monopolio’ de aeropuertos en el cantón Quito al operador ganador. Y dentro de ese monopolio estaban los ingresos que iba a generar el aeropuerto viejo hasta la inauguración del nuevo.
La obra era costosa y se necesitaba una importante inversión que, además, se hacía en un país con inestabilidad jurídica, por eso fue necesario ofrecer una buena rentabilidad a los concesionarios. Era eso o no había aeropuerto nuevo.
Entonces empezaron los problemas. Se dijo que el Municipio no iba a recibir lo suficiente por la concesión (aquí habría que preguntarse cómo iba a recibir algo si no había invertido nada). Se dijo que las tarifas iban a ser muy altas (un estudio demostró que estaban en el promedio de aeropuertos nuevos en América Latina).
El Municipio decidió renegociar el contrato, por lo que se paralizó la obra. Luego de casi dos años de conversaciones, se aumentaron marginalmente los ingresos municipales y la obra pudo retomarse. Y cuando ya estaba casi lista, decidieron aplazar su inauguración porque, a pesar de haber tenido 12 años, el Municipio no había construido las vías de acceso.
Cuántas oportunidades se han perdido. Hace 12 años arrancó, hace dos años y dos días (733 días) debía inaugurarse. Ahora dicen que para febrero. Dicen.