Tengo días más grises que otros. Y en los más grises de todos me deprimo pensando que en este país de lo único que a la gente le interesa hablar (y leer) es de politiquería (no de política). Pero hay días, casi azules, en los que me parece posible que hay espacio para otro tipo de historias y protagonistas, como, por ejemplo, las ’50 Historias’ de Jorge Ortiz. Y hoy, como se darán cuenta, es un día de aquellos.
Además de interesante y bien escrito, ‘50 Historias’ (Dinediciones) es agradable de leer; uno de esos remansos ‘recetables’ para un domingo en la tarde. Jorge Ortiz lleva al lector, en un paseo imposible y entretenidísimo, por pasajes y personajes importantes de la Historia con mayúscula.
Por coincidencias de la vida, sé que el autor lee casi exclusivamente libros de historia, mejor dicho: los devora. Este dato no es baladí, pues solo así uno alcanza a comprender el nivel de detalle que destilan los artículos, que a lo largo de varios años han sido publicados en la revista Mundo Diners y hace pocos meses se juntaron en este libro. Y como corresponde a un buen texto periodístico, cada relato que Jorge Ortiz arma alrededor de un hecho histórico se deja leer fácilmente.
Otra cosa que se agradece de esta recopilación es que uno se encuentra igual con historias de la cultura ‘pop’: mayo del 68, los Beatles, el rol de la televisión en la sociedad… como con el cisma de la cristiandad (hace unos diez siglos) o un listado de los diez seres humanos más malvados que han existido, así como con el testimonio de vida de la niña de la archifamosa foto del bombardeo en Vietnam.
Aunque supongo que la intención de estos artículos no es educar a nadie, debo confesar que leyendo este libro he comprendido muchos más procesos que recibiendo clases de historia: el inacabable y cruento conflicto en Oriente Medio o los intrincados motivos de católicos y ortodoxos para separarse, por ejemplo.
Pero no todo son temas sesudos. En las 400 páginas del libro uno también se encuentra con el origen de La Marsellesa y del tango “o el alma de un pueblo bueno”; el conflicto que viven los habitantes de la isla griega de Lesbos con su gentilicio (¡es un problemón!); o el relato de primera mano (de cuando el autor y su familia vivieron en lo que fue Alemania del Este) de una larga fila para comprar vino búlgaro y el anciano que celebraría la Navidad, ya cercana, con dos botellas de tan cotizada bebida regaladas por unos adolescentes extranjeros (ecuatorianos), con quienes no cruzó una sola palabra.
En fin, ya no les cuento más para no ‘aguarles’ estas 50 historias. Solo una cosa más, o dos… Una: las gratas sorpresas –como la existencia de este libro– son posibles, aunque viendo los noticieros pareciera que de ninguna manera. Y dos: hay días en que es buena idea sacarse las gafas grises, aferrarse a un buen libro y flotar.