Ha pasado un año de las muertes en la selva. Primero fue el silencio. Luego, todo el peso de la ley contra los waorani. Y habrán cumplido la tarea. Pero no ha dado cuentas de los problemas y deficiencias del Plan de Medidas Cautelares, la inacción en el principio de precaución, la ausencia de protocolos de actuación, la ausencia de un plan de contingencia y su socialización con actores locales, la imposibilidad de solucionar un conflicto territorial, las contradicciones y antipatías entre el funcionariado, el abandono y la deuda histórica para con los waorani a quienes se les quitó territorio, pero no se les volvió ciudadanos.
Cuando la muerte de Ompure y Buganey sus familias, se sintieron vulnerables en su casa. No tuvieron respuestas y fueron, como van los soldados, a defenderse y a vengar esas muertes. Creyeron que ese era su deber, su obligación. Nadie les dijo lo contrario. Ahora son castigados con todo el peso de la ley.
Los waorani de esa zona son un grupo indígena en contacto inicial. Apenas en el año 1976 empiezan a relacionarse con el mundo occidental. Pasaron de la vida en la selva a la vida petrolera. Desde los años 80 hasta acá no han pasado dos generaciones que no han tenido nada salvo una educación paupérrima y han sido marginados, los últimos de la fila. Los más ancianos por supuesto, ni siquiera eso. ¡Cómo será para ellos entender nuestros complejísimos y enredados procesos judiciales! Mientras no se conozcan los factores que han provocado los distintos ataques, para saber, como sociedad, qué estamos haciendo mal, para enmendar errores y para que puedan vivir en paz, no se solucionarán los problemas de fondo.
Se está perdiendo una oportunidad de construir una justicia que pase por el diálogo intercultural y que busque la convivencia pacífica, digna, respetuosa de los derechos. Llevamos bastante tiempo imponiendo a patadas nuestra lógica, en la selva. Y ahora, además, les juzgamos sin que tengan ellos posibilidad de una defensa en condiciones mínimas de igualdad, casi como en la época de la Colonia: “Capturando a los salvajes para domesticarlos”.
Siete mujeres y sus niños sin sus proveedores. Familias de un mismo clan, destrozadas, indefensas y desamparadas y en la incertidumbre. Sin posibilidad de comprender lo que les está pasando, ni lo que es un juicio, ni cómo funcionan las leyes. Peor una acusación semejante (genocidio).
En el terreno se siguen agudizando los conflictos, como se ha podido ver en las distintas audiencias. Nada de esto parece muy didáctico como para crear procesos de paz ni de diálogo ni para la protección de los grupos aislados o en contacto inicial.
La sociedad, indiferente. Más preocupada de zapateos y firmas por el Yasuní. Más preocupada de la política y de la retórica, que de los habitantes de esa selva. 365 días y sus noches, de indiferencia y de tristeza.