En mi primer comentario de 2015 (enero 6) señalé que Ecuador tenía que afrontar a la vez la caída de los ingresos petroleros, el fortalecimiento del dólar y el desplome de la cotización de los bonos internacionales.
Durante 2015 estos factores se deterioraron. Hoy la situación es más crítica que la de entonces: el crudo WTI está en USD 37,5 por barril, USD 4 más abajo que a principios de 2015; el dólar se encareció 10 centavos por euro, de 82 a 92 centavos; el riesgo país está tan elevado que a ese rendimiento se torna impensable colocar bonos en el mercado internacional.
El panorama se perfila como de una profundización del deterioro. EE.UU. inició la elevación de su tasa de interés, lo que ocasiona que el flujo de capitales sea hacia los EE.UU. y no a la inversa, con lo que el riesgo país de los mercados emergentes se incrementa; no cayó el riesgo ecuatoriano a pesar del pago a tiempo de los bonos globales. A su vez, esta política monetaria de EE.UU. es una señal que las autoridades estadounidenses consideran que es mínimo el riesgo de una recaída económica, y el dólar se fortalece: 2016 se inicia con la depreciación del renminbi chino. La reunión del consejo de ministros de la OPEP en diciembre despejó toda duda respecto a si la organización defendería el precio del petróleo: no lo hará, defenderá participación de mercado, por lo que las perspectivas son que se mantenga o caiga el actual deprimido precio del petróleo.
Todo apunta a que a principios de 2015 las autoridades partieron de un diagnóstico más optimista, creyeron que los problemas eran pasajeros, sus principales herramientas fueron poner trabas provisionales a las importaciones y endeudarse más. La más reciente operación siendo USD 1 mil millones de Schlumberger a pagarse mediante un recargo en la tarifa por petróleo producido en el campo Auca.
En ocasión de nuestra primera columna de 2015 indicamos que el gran desafío era no perder los avances de los últimos 10 años en materia de nivel de vida, en particular servicios sociales. Nuestra preocupación desde que el Gobierno puso en marcha su plan de alzas empinadas en los salarios y ampliación de servicios públicos, fue que nos sobreextendíamos, y que cuando se diera el fin de la bonanza de las materias primas, teníamos que dar marcha atrás en lo logrado, lo cual es muy penoso y duro de implementar.
Los ajustes a las políticas públicas que debieron hacerse en 2015 no se hicieron, y eso obliga a que sean más pronunciados en 2016, puesto que la economía se ha deteriorado. Pero las autoridades no se dan señales a los agentes económicos de un giro en las políticas públicas para hacer frente a las nuevas realidades. Mantienen la previsión de estancamiento en 2016 y repunte en 2017. Pero 2016 se presenta mucho más duro que 2015.