La elección de Presidente para el próximo cuatrienio se perfila como una “Y”: el abandono del Socialismo del siglo XXI, o la profundización del modelo en esta ocasión con Correa Delgado como el presidente de mayor peso entre los adherentes a esa tendencia, dado el improbable retorno de Hugo Chávez al poder.
Pero a quien elijamos en 2013 la va a tener difícil en lo económico. Es tan sólo en su sexto y último año que Rafael Correa comenzó a poner en marcha las grandes iniciativas que generarán importantes ingresos fiscales.
Entre 2013 y 2017, el nuevo Gobierno tendrá que reinvertir en petróleo buena parte de los ingresos que las exportaciones de crudo generen, para evitar una caída en la producción y la merma en los ingresos fiscales.
Aun si logra mantener la producción, hay un aumento de consumo de combustibles que a la vez significa menos crudo que exportar. Consumimos la mitad del petróleo que producimos. Tentará la reducción de subsidios, lo cual tendría un costo en popularidad.
El Gobierno recién convoca a una ronda petrolera en el suroriente. Antes de 2017 no habrá crudo en cantidades apreciables de nueva producción.
El Gobierno contaba con los ingresos de la minería, pero aún está pendiente una reforma legal que abra la posibilidad de firmar tres contratos pendientes. Sólo entonces comenzaría la minería en gran escala. El desarrollo de los yacimientos e inicio de la producción y exportación de cantidades considerables de metales que causen apreciables ingresos fiscales tomaría tres años, a fines de 2016.
En 2012 comenzaron los trabajos de varias centrales hidroeléctricas. En este frente, el gobierno de Correa ha sido mucho menos ejecutivo que los de Noboa y Gutiérrez, quienes en la fracción de período que gobernaron, contrataron una gran central hidroeléctrica cada uno, San Francisco y Mazar.
Las tres grandes centrales: Toachi, Coca-Codo Sinclair y Sopladora tomarán varios años en construir, luego deben hacerse pruebas y llenar las presas (las dos primeras: Sopladora no tiene presa). Quizá alguna esté funcionando antes de octubre de 2016, para que aporte en el momento crítico del siguiente estiaje, el último que enfrentará el próximo Gobierno.
Todos los plazos mencionados son aproximaciones, puesto que no es dable dar más precisiones de procesos tan complejos.
A estas alturas, si el panorama descrito se cumple, el gobernante que se posesione en 2017 gozará de una bonanza de ingresos fiscales: la generación hidroeléctrica le permitirá ahorrar combustibles y exportarlos, lo que generaría USD 600 millones anuales; estaría en alza la renta minera; y próxima por empezar la producción petrolera del suroriente.