Claro que en la existencia individual 80 años son toda una vida y aún más, pero en la existencia colectiva, a cuya memoria llamamos Historia con mayúscula, no es un lapso tan considerable. Y sin embargo lo ocurrido desde el primer campeonato mundial de fútbol, hasta el que “cautelosamente” – el calificativo lo dieron los especialistas deportivos de EL COMERCIO- se inició este viernes en Sudáfrica, el cambio es simplemente prodigioso, hasta el punto que muchos elementos se han vuelto irreconocibles.
Y es que no cesan de transformarse los roles del deporte, los deportes masivos y sobre todo el fútbol, en las vidas, las consecuencias y los comentarios de todos quienes habitamos este pícaro mundo. ¡Cómo será de decisivo el significado del deporte, que a lo largo de estos 80 años, solo pueden comparárselo como factor de cambio, la expansión de la enseñanza para la mujer y el vértigo de la información computarizada!
Para aquilatar la magnitud de las novedades entre el un extremo y el otro de este gran arco temporal, bastará recordar algunas circunstancias del primer mundial de fútbol, celebrado en tierras de Uruguay. No fue nada fácil organizar el torneo: Jules Rimet el casi legendario dirigente de la FIFA -ahora lo es el suizo Joseph Blatter- se vio y se deseó para llevar a término el proyecto: “Todos los intentos anteriores, habían chocado contra la resistencia de las asociaciones nacionales, al no descubrirse una solución para los problemas de financiamiento” (Plaza-Janés); se escogió en definitiva Uruguay por celebrarse el primer centenario de su existencia como Estado.
Varios países europeos se negaron a viajar hasta Sudamérica y solo gracias a las súplicas de la FIFA concurrieron Francia, Bélgica, Rumania y Yugoslavia; junto con los cinco sudamericanos se alcanzó el número de trece y arrancó el torneo. En el partido final, disputado ante 70 mil ruidosos espectadores, midieron superioridades los dueños de casa y los argentinos; “El juego fue apasionadamente desde el primer minuto”.
Al concluir el primer tiempo, los argentinos ganaban por 2-1. Ya en el segundo tiempo, el uruguayo Cea empató el partido y emocionó a los espectadores; Iriarte aumentó la cuenta para los dueños de casa y Castro mediante golpe de cabeza, dejó el marcador final de 4-2 y llevó a sus compatriotas hasta el frenesí de su entusiasmo. De esa manera, Uruguay inició la nómina de los campeones mundiales de fútbol.
Cuatro años después, la sede del torneo fue Italia y entonces el número de selecciones participantes había aumentado hasta 32. Como solo podían efectuarse 16 juegos, esta fue la primera ocasión en la que hubo partidos de clasificación. Y cuando Italia se alzó con el campeonato, Mussolinni y el Fascismo – parece que fueran de la prehistoria – lo utilizaron como magnífico cartel de propaganda. (!!)