En el gobierno de León Febres Cordero se dispuso que la Fuerza Pública cercara la sede de la Función Judicial. En el gobierno de Rafael Correa se dispuso que la Fuerza Pública cercara la sede de la Función Electoral. En el primer caso se logró neutralizar una decisión político-administrativa destinada a elegir a los nuevos jueces de la Corte Suprema de Justicia. En el segundo caso -más grave aún- se pretendió neutralizar una amplia expresión ciudadana para proteger el parque nacional Yasuní. Tanto entonces como ahora, las formas autoritarias y arbitrarias del poder terminaron imponiéndose sobre la más básica institucionalidad democrática. Señal inequívoca de que, en esencia, nada ha cambiado en el país en estos 30 años.
En 1979, luego de casi una década de dictaduras, miles de jóvenes asistimos ilusionados a lo que la convencionalidad política denominó como el retorno a la democracia. Era -se suponía- la oportunidad para transformar el país desde la decisión mayoritaria del pueblo; era -se suponía- la renovación de la política gracias a la irrupción generosa y esperanzadora de la juventud.
Poco tardaron los poderes fácticos en diluir esas ilusiones juveniles.
Las frustraciones de los primeros años de formalidad democrática terminaron en el gran naufragio de las libertades durante el Régimen socialcristiano. Nadie, que yo recuerde, supo darnos una explicación convincente del fracaso de la democracia.
¿Quién va hoy a darles a los yasunidos una explicación fundamentada de este nuevo fracaso? Lo que sucedió el pasado 17 de abril en el Consejo Nacional Electoral es la constatación palmaria de la parodia en que el correísmo ha convertido a la participación ciudadana. Llevarse a la fuerza y al apuro las firmas de una petición de consulta popular es, en términos simbólicos, el acto más violento y descarado en contra de la voluntad colectiva. De nada valen las leguleyadas e insinuaciones con que las autoridades electorales han querido justificar el atropello. Ese día quedó patentizada, al menos para los más jóvenes, la ficción sobre la que se ha erigido un proyecto que se vendió como una alternativa.
El correísmo les mostró su catadura más añeja y anacrónica. Desde que el Presidente anunció la explotación del ITT, el envejecimiento del proyecto verde flex ha sido vertiginoso. Por ello, justamente, el Régimen ha sido incapaz de responder con coherencia al desafío de estos jóvenes. Es el pasado versus el futuro.
A partir del 17 de abril la frescura y creatividad de los yasunidos se contraponen a los mismos viejos vicios de la partidocracia, a los inveterados embrollos y simulaciones del poder. Como coreaban ese día en las afueras del CNE, la democracia fue burdamente secuestrada.
Aquel 17 de abril será largamente recordado.