Se escapó el 2015, veloz, precisamente porque los hechos vividos han sido intensos. Ha sido un año de vueltas de página en la política, sociedad y economía, posiblemente en todos los ámbitos. Fueron cambios anunciados, el 2014 los intensificó.
El Gobierno vio su legitimidad erosionada. En la sociedad desgraciadamente ganó el malestar y un amplio sector de clase media, antes defensor de Correa, pasó a las filas de la contestación y la protesta. En este año la protesta volvió a marcar la vida pública.
El Gobierno, en contraste con el pasado, tuvo que retroceder en sus posiciones. Lo que debería ser normal en democracia. El Régimen, por su lógica de polarización, lo convierte en proeza y contrariamente a lo que busca, agiganta la oposición en los hechos, no en la palabra. Por esto, fue más bien un año de derrota política para el Gobierno, por ejemplo con la transitoria en las reformas constitucionales para que Correa no sea ahora candidato.
Ante todo, ya no puede decidir como quería y debe hacer malabares de palabras y propaganda para volver aceptables algunas de sus posiciones. Es decir, el encanto que antes implicaba la posición del Gobierno con amplios sectores de la sociedad, ya no tiene más esa magia. Lo guarda con algunos sectores a costa de más clientelismo, de favores dados a cambio de un reconocimiento que puede ser frágil. La crisis económica precisamente exige que Ecuador no pueda seguir con un gobierno Papá Noel.
Estos cambios políticos se agigantan con las arcas reducidas y mañana la reducción del maná del petróleo implicará menos impuestos, menos IVA, menos ingresos fiscales. Este año por lo mismo nos desnuda en nuestra realidad colectiva y nos baja de las nubes. Este cambio de situaciones y las exigencias de la crisis debería implicar un cambio mayor de posiciones y proyectos de todos. Pero la realidad nos muestra un no-proyecto Ecuador. No lo tiene el Gobierno. Su proyecto modelo Corea del Sur no es viable, su modernización a la EE.UU. -de todo hacer muy formalizado-, con gran burocracia y sin ver los costos, no es viable ni social ni económicamente. Persistir en el endeudamiento para capear la coyuntura es hacer lo de el avestruz. Al Gobierno no le queda sino hacer la venezolana con más autoritarismo, o saltar a la transparencia y aprender a gobernar con las dificultades de la verdad.
Pero las oposiciones tampoco tienen el proyecto requerido. Por eso el 2015 es también un quiebre en el horizonte de la política y de la sociedad: obliga a pensar un Ecuador más real. No es nada simple volver a vivir con poco. Organizaciones políticas y sociales, la sociedad en general, deberían precisamente salir del destructor mundo de la polarización para pensar el Ecuador más allá del correísmo, no solo para contrarrestar los platos rotos de la crisis económica, sino para el largo plazo. Para eso hay que liberarse de la simple disputa política.
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