5 719 314 habitantes de Ecuador no han culminado sus estudios de primaria o bachillerato. Tienen menos oportunidades y sus acotadas capacidades frenan el desarrollo del país. Hay que eliminar este problema hasta el 2021 luchando contra el analfabetismo y fomentando la educación de jóvenes y adultos.
Históricamente el Ecuador ha excluido de la educación a la ruralidad, a los indígenas, a los afrodescendientes, en especial a las mujeres. Y cuando la ha ofrecido ha sido homogeneizante y de pésima calidad. Se deben construir y aplicar modelos educativos con pertinencia cultural, en el marco de un sistema intercultural para todos y todas.
La sociedad desvaloriza el rol de los docentes. Sin buenos profesores, motivados, bien formados y bien pagados el cambio educativo es difícil. Hay que revalorizar y cualificar a los maestros y motivar a la juventud crítica para que se integre a esta trascendental profesión.
En los últimos años se ha incrementado la inversión en educación, sin embargo, no es suficiente para enfrentar todas las necesidades. Falta cumplir con la Constitución: el 6% del PIB. Es urgente evaluar la oportunidad, equidad y calidad de la inversión. Se debe cumplir al 2014 con la disposición constitucional y alcanzar una nueva meta: el 10% del PIB al 2021.
No todo mundo puede ir a la universidad. Sin embargo, se dispone de un bachillerato técnico poco pertinente, con insuficientes recursos para el aprendizaje práctico y una limitada oferta de carreras técnicas superiores. Hay que recuperar el sentido y el valor de las profesiones técnicas de cara al desarrollo del país. Estado, empresarios y sociedad debemos plantear soluciones.
Desde hace décadas gran parte de la universidad ecuatoriana está divorciada de las necesidades individuales y colectivas. Hoy experimenta cambios con enfoques tecnocráticos y de mercado. Su futuro está marcado por las revoluciones de la tecnología, de la información y comunicación que impulsan la “sociedad del conocimiento”. Debe responder a las nuevas demandas sociales: modificación profunda del mundo laboral y las profesiones, creciente ampliación de la cobertura educativa superior y satisfacción de los deseos culturales de las personas. Hay que debatir para reorientar el proceso de cambio de la educación superior para fortalecer la democracia, la libertad del pensamiento y el desarrollo del país.
Se profundiza un modelo de gestión nacional centralista y homogeneizador. Se debe construir una rectoría democrática que impulse la participación social, la autonomía pedagógica de la escuela y la activación de las comunidades de aprendizaje.
Urge edificar un proyecto educativo consensuado y un nuevo plan nacional de educación. El reto es ir a un sistema laico, intercultural, intersectorial y multicéntrico.
Candidatos… esta la Agenda Ciudadana.