Con todo acierto acaba de protestarse contra la extraña práctica de ‘olvidar’ algunas fechas históricas, no obstante la importancia de los eventos, respecto de la marcha general de la peripecia de nuestra nacionalidad. La primera de tales fechas ha sido justamente la de la formación del Ecuador, o sea el cumpleaños auténtico de la patria.
Con referencia a las fechas cuando se inaugurará el ‘nuevo’ periodo presidencial del economista Rafael Correa, no ha faltado la asambleísta -creo que inclusive acaba de ser reelecta- quien ha confesado con ignorancia y candorosidad, que al momento de formular las decisiones en la Convención de Montecristi, nunca bien ponderada, a nadie se le ocurrió siquiera la mención de la fecha inicial de la patria, sino que se efectuaron otras reflexiones al organizar el calendario de la efemérides correspondiente.
Quizás no sea realista escandalizarse de la suprema ignorancia, a la vista del descuido con el que se tratan los elementos claves de nuestra memoria colectiva, pero lo cierto es que este lunes el Ecuador cumplió 183 años, porque entonces resolvió la representación de la nacionalidad separarse de la Gran Colombia y que cada uno de los antiguos Distritos siguiera su propio y distinto camino.
Se encargó el mando, provisionalmente, al general de la independencia, Juan José Flores con la obligación de reunir en plazo perentorio una Asamblea encargada de discutir y aprobar la primera Constitución del flamante Estado. Y gesto muy revelador, aunque los ecuatorianos se alejaban de la obra de Bolívar, se expresó con elocuencia la gratitud de estos pueblos y se le invitó a hospedarse entre ellos, lo que marcó agudísimo contraste con la actitud de los venezolanos con el Libertador.
Obviamente que todo cumpleaños brinda adecuada oportunidad para el balance entre realizaciones y fracasos; entre éxitos y descalabros. La población se ha incrementado desde el medio millón hasta los 14 millones de ahora, pero al mismo tiempo que el territorio ha sufrido una dolorosa mutilación; de aproximadamente un millón doscientos mil kilómetros cuadrados, ahora solo restan 253 mil kilómetros.
En cuanto a la conquista del bien común para todos, las observaciones son más complicadas. En un luminoso ensayo “En torno a Galileo”, conferencias de 1933, en Madrid, el gran José Ortega y Gasset propuso tener como unidad de medida histórica las “generaciones” y, a su vez, calculó que cada una de ellas abarcaba 15 años de verdadera actuación protagónica.
Si se admiten estos criterios, resultaría que los 183 años de vida del Ecuador se reducen a unas 12 generaciones. Por lo pronto aún seguimos sujetos a la misma dependencia de unos pocos artículos primarios -cacao, banano, petróleo crudo-, y en cuanto a valores humanos ¿cómo estamos?; y en cuanto a la justicia, ¿cómo funciona? Y en cuánto a la solidaridad, qué nos pasa a la fecha de nuestro colectivo onomástico como pueblo.