Esta pequeña ciudad de la provincia de El Oro tiene características de las dos regiones naturales
Hola amigos viajeros, nuevamente les escribo para invitarles a conocer Zaruma, una población no muy visitada por los turistas de la Sierra, pero que por su belleza, la exuberancia que la rodea, los paisajes que se pueden admirar desde sus alturas, su clima templado, su exquisita comida, la amabilidad de su gente y las minas que la rodean, vale la pena visitar.
Para trasladarnos desde Quito hasta Zaruma tenemos tres opciones: una que va por la Sierra y dos que van por la Costa.
La vía serrana nos hace llegar hasta Loja por la carretera Panamericana o E35, habiendo pasado por Cuenca. De ahí se toma la ruta que lleva a Machala, cruzando Catamayo, San Pedro de la Bendita y las Chinchas. Desde ese punto se toma a la derecha y, por un camino lastrado en aceptable estado, y luego de recorrer 63 km entre vegetación tupida, atractivos paisajes y pequeños poblados, se llega a Portovelo, famosa por la explotación minera. Desde Portovelo, una carretera pavimentada nos lleva en poquísimos minutos más a Zaruma.
La ventaja de esta ruta es que nos permite disfrutar de todos los atractivos turísticos que cada población serrana ofrece, en especial ciudades tan importantes como Ambato, Riobamba, Azogues, Cuenca y Loja.
Las otras dos rutas costeñas, que llegan a Zaruma y que son totalmente pavimentadas, necesitan que nos traslademos primero hasta la ciudad de Machala. La primera implica pasar por Pasaje y tomar la carretera E585. Luego de atravesar Atahualpa, se llega en unos 60 minutos.
La otra alternativa, en cambio, nos lleva por Santa Rosa hasta la Avanzada, más al sur, como si fuéramos a Huaquillas. De ahí, a la izquierda, se toma el desvío que sigue la carretera que lleva a Loja o E50, hasta Saracay, donde se debe tomar, otra vez a la izquierda, la vía E585 que por Piñas nos lleva a Zaruma, luego de 70 km de recorrido.
Zaruma se ubica en una zona muy montañosa, con un clima subtropical seco de mayo a noviembre, y muy lluvioso el resto del año.
Las carreteras que nos permiten acercarnos a esa ciudad pueden ser peligrosas en época de lluvias, por lo resbalosas que se ponen y por alta probabilidad de derrumbes que soportan. Por tanto, hay que tener especial cuidado con el estado de las llantas y los frenos.
Es una pintoresca ciudad casi detenida en el tiempo, construida sobre una gran loma con pendientes muy escarpadas. Sus asombrosamente estrechas calles, donde caben muy juntos hasta dos vehículos, me recuerdan a nuestro barrio de San Juan, en Quito, en especial por lo inclinado de sus cuestas y bajadas. Ahí prevalece la pericia de los conductores, al no dejarse vencer por la gravedad.
Construcciones coloniales hechas con madera fina decorativa, bahareque y tejas, forman un conglomerado que atrae muchísimo al turista. Escalinatas empinadas, pasajes y zaguanes estrechos permiten la circulación de los peatones, quienes requieren de un excelente estado físico para movilizarse de un sitio a otro.
Las estrechas calles del centro dan un aire pintoresco a la ciudad.
Desde los balcones de las viviendas que se encuentran en las partes más altas, los habitantes dominan el paisaje circundante. Desde un ventanal de nuestra habitación del hotel, ubicada en un tercer piso, fue fantástico mirar los tejados de las casas y las laderas que están más abajo, entre la neblina mañanera. Y la vista hacia la calle hasta puede causar vértigo.
La comida es muy variada y tiene influencias lojana y machaleña. Platos a base de plátano y guineo verde, granos secos, queso, carne de res y de cerdo, forman parte del menú de Zaruma. Se ofrecen bolones de verde, tamales, humitas, repe, gallina criolla, etc.
El tigrillo es uno de los platos más tradicionales de la población.
Entre los postres hay que resaltar el manjar de leche y coco, los buñuelos, el dulce de sidra, bocadillos, rosquillas, y más. Pero, entre toda esta rica gastronomía, cabe destacar al famoso tigrillo, platillo hecho con plátano verde cocido y majado, con huevo frito y revuelto, aderezado con cebollas y queso.
Toda esta comida siempre se acompaña de una aromática taza de café negro, cosechado ahí mismo y famoso por su calidad.
Aparte de conocer el Centro Histórico, la iglesia Matriz y el museo Mineralógico de Antigüedades Montúfar, los zarumeños nos recomendaron visitar el complejo de la mina el Sexmo, donde se explotaba oro en grandes cantidades. Ahí funcionaba una de las primeras y más importantes minas del sector, que ahora se ha convertido en un sitio turístico. La visita empieza con una pequeña charla donde se cuenta cómo se construyó la mina y cómo se la explotaba. Luego de ponernos botas de caucho y casco protector, nos adentramos en ella.
En el interior tienen varios maniquíes vestidos a la usanza de los mineros, imitando cada una de las labores que ellos realizaban. El guía nos contaba el significado de cada cosa, y resultaba sobrecogedor darse cuenta del riesgo que se vive adentro de la montaña. Fue una experiencia muy bonita y diferente de lo que se conoce en otros sitios. A la salida se pueden adquirir pequeños recuerdos del lugar para llevar a casa.
Luego de haber disfrutado de todo lo mencionado, resulta triste pensar en el retorno y dejar atrás tan bonita ciudad. El viaje de regreso implica tomar las mismas precauciones que se tuvieron en el viaje de ida. Hasta la próxima.