La velocidad de Jacob Murillo le da ‘alas’ al Delfín

Jacob Murillo, exjugador de Olmedo, regresó con fuerza a la Serie A

Jacob Murillo, exjugador de Olmedo, regresó con fuerza a la Serie A

Jacob Murillo, exjugador de Olmedo, regresó con fuerza a la Serie A. Foto: API

Jacob Murillo se considera un orgulloso ‘serra-costeño’, término del cual se ha apropiado. El extremo que milita en el Delfín cuenta que su adaptación al clima y la comida de Manta fue fácil, gracias a las raíces que heredó de su madre, Gina Moncada.

Él y su padre, Patricio Murillo, son oriundos de Chambo, localidad ubicada a 7 kilómetros de Riobamba. Su madre es guayaquileña y cuenta que gracias a eso tiene “lo mejor de las dos regiones”.

Cuando era niño viajaba seguido a Guayaquil, para visitar a la familia de su mamá. Jugaba fútbol con sus primos cada vez que podía y entre risas comenta que esa podría ser la razón de su adaptación.

Llegó al puerto manabita en enero de este año, para sumarse a la pretemporada del Delfín. Estaba acompañado de su padre, quien lo dejó instalado en el hotel y con una bendición le deseó éxitos en su retorno a la Serie A, luego de pasar dos años en la B, con Olmedo.

“Mi familia y amigos me hablaban del clima, me decían que lo analice bien, pero yo sabía que mi cuerpo respondería bien en la ­Costa”, dijo el jugador, que cumple con su primera experiencia fuera de su natal Chimborazo.

Cuenta que mientras estaba en Olmedo no le afectaba jugar en la Costa; como visitante, podía correr sin problema y su rendimiento era regular. Por eso tomó la decisión de mudarse a Manta para cumplir con el club que requería sus servicios.

“Soy un hombre de retos, volver a la Serie A era mi sueño, porque más gente te mira y es un impulso para la carrera de cualquier futbolista”, contaba mientras se tapaba el ­rostro debido al fuerte sol que calentaba a Manta.

Allí vive solo. Ya conoce bien la ciudad, sabe los horarios de los restaurantes, las direcciones de los centros comerciales e incluso hace mercado para surtir su refrigerador.

Murillo vive en la avenida Flavio Reyes, centro de Manta, en un departamento alquilado. Mauro Rezabala, gerente del club, lo ayudó a buscar vivienda y lo guio en sus primeras semanas de adaptación.

Regularmente, recibe la visita de sus padres y hermanas. Su novia, Karen Jaramillo, también llega a su casa en ocasiones. “Es una ciudad tranquila, linda para pasear con los seres que uno quiere”, dice el futbolista de 24 años.

En Delfín es figura, fijo en las alineaciones del entrenador Guillermo Sanguinetti. Suma nueve partidos jugados, en los que anotó dos goles y dio siete asistencias.

Su velocidad y diagonales desde el costado zurdo lo hacen peligroso para las defensas rivales. Es el máximo asistidor de su club y allí radica la confianza que tiene el DT charrúa en su juego.

Su aporte es importante para el rendimiento de los ‘cetáceos’, que son los líderes de la tabla de posiciones con 23 puntos. “Cuando llegué sabía que el equipo iba a dar pelea, tenemos una gran plantilla y además el ambiente es muy bueno, todas son buenas personas”, dijo.

Andrés Chicaiza es el más cercano de sus compañeros de equipo. Con él coincidió en Olmedo en el 2015 y son buenos amigos. Sus familias se conocen y acostumbran salir a comer todos juntos.

Los uruguayos Cristian Malán y Matías Duffard también son allegados a Murillo. Ellos viven cerca de su casa, por eso se reúnen todos los días por la mañana y asisten juntos a las prácticas del equipo.

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