Reinaldo Rueda debió ser artista plástico o al menos estrella de rock. Su capacidad para sorprender partido a partido es innegable.
Si se permitieran personajes futboleros en ‘Yo me llamo’, solo alguien camaleónico como David Reinoso o Lady Gaga podría acercarse a Rueda, el mago de lo imprevisto, el rey de lo espontáneo, el crack de lo impróvido.
Es verdad que los amistosos son los lugares perfectos para los ensayos porque experimentar en las competencias es casi suicida. Sin embargo, cuando el Mundial está tan encima, cuando la afición quiere ver solidez o al menos seguridad en su equipo, Reinaldo Rueda, que una vez se atrevió a usar la Copa América como banco de pruebas, insiste en mantener su laboratorio al cien por ciento, aunque esto acarree críticas, reclamos y sinsabores.
Lo que se vio con México no tiene nombre, con el medio campo suplente (el único titular era Segundo Castillo y se lesionó, mala suerte) y con la dupla de ataque tirada tan atrás, tan lejos del arquero rival, que más parecían centrales.
Sí, todo indica que ante las debilidades por todos conocidas de la Tricolor echarse para atrás será la táctica ante los europeos. Salvo en el rocambolesco partido con Australia que está fuera de cualquier lote, Ecuador suele fracasar cuando la meta es remontar el marcador. Recibir un gol es delicado, recibir dos es mortal.
Es razonable, pues, defenderse bien y generar los mecanismos para proteger al arquero, sobre todo si se trata de Banguera.
¿O será que todo esto es solo un enorme tinglado, una pantomina para despistar a los suizos, cuyos espías deben estar desconcertados por los últimos partidos de Ecuador, sin verticalidad, sin ‘punch’ y ahogado cuando le achican los espacios? Con Rueda todo es posible.