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La ‘Selecao’ empezó a coquetear con un estilo de fútbol aguerrido, fuerte y pragmático desde la Copa Confederaciones del año pasado. El flechazo fue inevitable y la ‘Canarinha’ de Luis Felipe Scolari se aferró a un nuevo modo de jugar que olvida ya el ‘jogo bonito’.
Dice Anton Chejov -en uno de sus cuentos- que con las relaciones furtivas es mejor no reflexionar. Y si se reflexiona hay que entregarse por completo a la nueva aventura aunque las consecuencias sean mortales.
Brasil se entregó a la nueva causa y ganó la Copa Confederaciones 2013. Traicionó el estilo que crearon Pelé, Tostao, Rivelinho, Garrincha, Kaká, Ronaldo, Ronaldinho… En la nueva Canarinha solo Neymar aparece como una especie en extinción de esa generación.
Con jugadores como Thiago Silva, David Luiz, Hulk mantuvo un estilo que lo volvió a mostrar en el Mundial.
La euforia del triunfo no obnubiló a los hinchas más críticos.
Indignados por la forma en que la ‘Selecao’ ganó a Croacia y por el empate ante México -que eso sí tuvo al ‘Memo-rable’ Ochoa- los torcedores no salían del asombro. “!Así no juega Brasil!”, reclamó un aficionado en el pequeño Municipio de Uberaba tras el empate sin goles el martes pasado.
Con casi todos sus jugadores en las mejores ligas de Europa al equipo de Scolari no se le volvió complicado a adaptar un esquema más pragmático. La forma de jugar -siempre que resulte ganadora- depende ya de los gustos y no es cuestionable de acuerdo al ojo de cada futbolero.
Pero resulta algo extraño ver a la selección que elevó el fútbol a la categoría de arte con un juego más directo desde la defensa hacia los delanteros y con poca proyección de sus laterales Dani Alves y Marcelo (quizás entre los 3 mejores del mundo en sus posiciones).
En la traición dice Chejov a veces no hay punto de retorno y se puede vivir una experiencia fantástica. Brasil parece haber elegido su camino y nadie sabe de las consecuencias todavía.