Samantha Arévalo, medallista de plata en Mundial de aguas abiertas. Foto: EL COMERCIO
Entrevista a Samantha Arévalo, medallista de plata en Mundial de aguas abiertas
La medalla que ganó es histórica para Ecuador, antes nadie la logró. ¿Qué significa para usted?
Es la recompensa a un proceso que he cumplido desde niña; de un trabajo en equipo, porque como deportista sé que no se puede llegar lejos, sola. Del respaldo incondicional de mis padres en estos 12 años de carrera, y de la Fundación Crisfe, que confió en mí desde que era colegiala, cuando los resultados como esta medalla, no habían. En verdad, no esperaba alcanzar ese segundo lugar en el Mundial, no este año. Pero el plan de entrenamientos que cumplimos en Italia me ha permitido alcanzar este resultado.
¿Por qué no lo esperaba este año?
En enero fuimos a Europa a iniciar un nuevo proyecto con Fabrizio Antonelli y la Selección nacional de Italia. Fui a aprender, a mejorar mi técnica. Estoy en una edad, (22 años) en la que sigo aprendiendo. En los primeros meses entrené solo en el aspecto técnico, en las competencias del Circuito Mundial no lograba buenos resultados. Un mes antes del Campeonato Mundial me sentí diferente. Las marcas en los 10 km mejoraron y eso me dio mucha confianza.
¿Cómo fue la estrategia?
Quería lograr una buena ubicación, porque estaban todas las mejores nadadoras del mundo, incluyendo a las tres medallistas de los Juegos Olímpicos. Uno tiene que ser realista, pero tampoco dejaba de soñar y ese día di lo mejor. Gracias a Dios llegó el resultado, confié en mí y aprendí que todo es posible.
¿Cómo surgió la posibilidad de ir a Italia?
Luego de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016 recibí la invitación de Fabrizio Antonelli de entrenar con el equipo nacional italiano. En verdad no lo pensé mucho, porque es una motivación entrenar con él y con Rachele Bruni, quien logró la medalla de plata olímpica el año pasado. Ellas al igual que Fabricio se pusieron muy contentos con el resultado en el Mundial, también el dirigente de natación en Italia. La decisión de ir la tomamos con mi familia.
¿El cambio de residencia le afectó?
En realidad no. Hasta los 11 años, yo disfrutaba de mi deporte. A esa edad empecé a entrenar a doble jornada, a hacer deberes por la noche, para cumplir con las tareas escolares. Se fueron cumpliendo metas, campeonatos nacionales, Juegos Bolivarianos, Sudamericanos y los Olímpicos de Londres 2012. Allí tomé la decisión de dejar Macas, la ciudad donde nací para ir a Cuenca a entrenarme con Juan Enderica. Con él cumplí el ciclo la Olimpiada de Río 2016, también decidimos cambiar de especialidad y escogí las aguas abiertas. Estoy muy agradecida con todo lo que aprendí, alcanzamos el noveno lugar en los Olímpicos de Río de Janeiro. Ya estoy acostumbrada a estos cambios.
¿Dónde se entrenan?
En el Centro Deportivo del Ejército; la mayoría de veces en piscina, muy pocas veces vamos al mar.
Sus padres son parte importante en su carrera. ¿Cuál ha sido su función?
Son un equipo en el cual me respaldo. Desde niña mi papá me llevaba a la piscina, me acompañaba en los entrenamientos. Mi mamá cuidaba de mi alimentación, estaba preocupada de mi descanso. Con mis hermanos aprendí a nadar, ellos eran triatlonistas y yo empecé haciendo triatlón. Luego vino la natación.
¿También menciona a Dios en sus respuestas?
Sí, soy cristiana y las cosas llegan en el tiempo de Dios.
¿Este año qué otros torneos tiene pendiente?
Este mes retomamos el entrenamiento para el Circuito Mundial de Aguas Abiertas en China. En noviembre vamos a los Juegos Bolivarianos (Colombia).