El ciclista ecuatoriano Richard Carapaz en la Vuelta de Alentejo 2017 en Portugal. Foto: Cortesía Movistar Team
Lo primero que quería hacer era abrazar a sus familiares y amigos. “Es muy difícil estar separado tanto tiempo de la familia, mi hijo me pregunta que cuando regreso, trato de afrontarlo de buena manera porque todo estoy haciendo en beneficio de ellos”, dijo Richard Carapaz.
El ecuatoriano, que acaba de cumplir 24 años, es el referente internacional de ciclismo ecuatoriano. Forma parte del Movistar Team World donde tiene como compañeros a los mejores del mundo, entre ellos al colombiano Nairo Quintana.
En el primer semestre estuvo en ocho competencias internacionales: logró dos segundos lugares, en otras dos carreras fue cuarto, y también tiene un sexto lugar.
“Estoy agradecido con el equipo, son los primeros pasos en el ámbito profesional que estoy dando. Son alegrías que quiero transmitir a mi gente en Ecuador, que sepan que tienen un representante a nivel internacional”. Esos segundos lugares los disfruta, aunque reconoce que fueron “segunditos que nos apartaron de la gloria”.
En el Gran Premio Industria&Artigianato, en Italia. Ingresó junto al inglés Adam Yates, quien fue el ganador. Le sacó media llanta de ventaja en plena línea de meta.
En la Ruta del Sur, en Francia, un segundo le apartó del título. “El equipo me arropó bien y mis compañeros trabajaron para que me acercara al líder”.
Revela que “en la carrera lo dejé todo, pero ya en el hotel, cuando estaba en el descanso, hice una revisión de todo lo que pasó, buscaba dónde perdí ese segundo que me alejó de la gloria. Yo dejé todo de mí en la carretera, mi aprendizaje, el esfuerzo del día a día, pero igual es un segundo. Igual lo disfruto porque me siento como un campeón”.
Y en verdad se siente un campeón y sonríe. Sus ojos brillaron más cuando imaginó que a su retorno al país vería a Juan Carlos Rosero, quien lo entrenó y formó como ciclista. Pero no fue así. Rosero falleció hace cuatro años.
“Él estuvo en mi período de formación hace ocho años. Me dejó grandes experiencias, me transmitió muchas cosas que ahora se están reflejando en estos primeros resultados. Si estaría aquí, se sentiría feliz. Él me decía que hay que entrenar a fondo y disfrutar en la carrera porque los triunfos llegan”.
Aún no conoce su agenda del segundo semestre del año. Solo tiene información que irá a la Vuelta a Polonia, “y estaría entre los ciclistas de reserva para la Vuelta a España. Vamos a esperar nuestra oportunidad, es una competencia en la que sueño estar”.
Permanecerá hasta el 30 de julio en su tierra. Este tiempo quiere aprovecharlo para dedicárselo a sus hijos Eymi y Richard, quien le pedía su regreso a casa, y junto a su esposa, Sofía, a quien siempre llama vía telefónica para celebrar cada paso dado.
También quiere mirar cómo marcha su escuela de ciclismo, y al equipo que irá a competir en la Vuelta al Valle, en Colombia. “Desde hace mucho tiempo teníamos la ilusión de formar una escuelita en mi pueblo, El Carmelo, en Carchi. Sabemos que existe el talento humano, queremos explotar a esos diamantes”.
Quiere comer un buen cuy y contarle a su madre que aquellas clases de cocina que le dio cuando adolescente, le permiten ahora ponerlas en práctica, en Pamplona, España, su lugar de residencia.
Estará el 15 y 16 de julio presente en la Clásica que lleva su nombre. “No participaré, pero estaré ahí para lo que pueda ayudar”.
No ha cambiado nada en él. Desborda sencillez, pero no deja de ser frontal. “Tuve que marcharme del país para poder sobresalir, si me quedaba aquí iba a ser otro más del montón porque en Ecuador no hay ciclismo”.
Cuestiona la poca actividad que genera la Federación Ecuatoriana de este deporte y del ningún respaldo estatal para el ciclismo en el país.