Esto es lo que algunos dirigentes de fútbol estaban diciendo hasta hace poco:
“Nosotros respaldamos incondicionalmente, inclaudicablemente y fervorosamente al ingeniero, porque solo con él hemos ido a tres mundiales, solo él nos lleva en el avión de la Selección y nos pone en buenos hoteles. Bueno, esta última vez el hotel estuvo medio malito, ¡pero no queremos cambios! ¡No hay otro como él! ¿Para qué vamos a poner una liga profesional? ¿Acaso no bastan las ligas de Quito, Loja, Portoviejo, Cuenca y otras tantas? ¡No! ¡Jamás! ¡Nunca! Con el ingeniero nos llegan a tiempo los recursos de la televisión y hasta nos hace el favor de ayudarnos con las deudas que nosotros mismo hemos creado y aumentado para ser campeones. ¡No somos noveleros! ¡Nada ni nadie nos hará cambiar de opinión!”.
Ahora esto es lo que esos dirigentes están diciendo:
“¡Ya no votaremos por el ingeniero! ¡Los tres mundiales son cosa del pasado! Estamos bravísimos porque ahora nos están aplicando el reglamento y así no tenemos garantías de que podremos ser campeones. No queremos que nos quiten puntos por no pagar los sueldos y por no mostrar los roles de pago. No queremos que nos sancionen a los arqueros que queman tiempo. No queremos que nos pongan árbitros chimbos que no piten a nuestro favor. ¡Viva la liga profesional! Antes decíamos que no la apoyábamos porque no sabíamos de qué se trataba, pero ya no importa: traigan no más que nosotros firmamos por la liga”.
Y esto es lo que dirán en enero esos mismos dirigentes:
“Hemos votado por el ingeniero, a quien siempre hemos respaldado, porque él nos dio tres mundiales. ¡Que viva el ingeniero!”.