El entrenador Raúl Ricaurte es un apasionado del atletismo

Entrenamiento de los integrantes del grupo Ruta 42 de atletismo en la pista atlética del Estadio Olímpico Atahualpa.

Entrenamiento de los integrantes del grupo Ruta 42 de atletismo en la pista atlética del Estadio Olímpico Atahualpa.

Entrenamiento de los integrantes del grupo Ruta 42 de atletismo en la pista atlética del Estadio Olímpico Atahualpa.

Raúl Ricaurte tiene un efecto motivador entre sus pupilos. Sin gritos y más bien con un tono que parece no subir nunca de decibeles el entrenador de atletismo logra que sus palabras llamen la atención de quienes lo escuchan.

Algunos lo consideran un líder que contagia optimismo, ganas de seguir adelante y que además ha sabido predicar con el ejemplo. Próximo a cumplir 58 años, el riobambeño guía en sus objetivos a unos 150 corredores, entre recreativos y competitivos, en el grupo Ruta 42.

En sus días ordinarios sus esfuerzos se dirigen también a guiar a sus estudiantes de educación física del Colegio La Condamine.


El entrenador ha completado 18 maratones (42 km cada una) y trabaja desde hace 26 años en esa institución.
Profesionalmente pasó también por otras escuelas y colegios; por Concentración Deportiva de Pichincha y hasta fue asesor en el Ministerio del Deporte por siete meses.

Aunque ahora se dedica más a planificar los entrenamientos de ejecutivos que buscan completar maratones dentro y fuera del país, estuvo metido de lleno en el alto rendimiento durante 10 años con Silvio Guerra, uno de los mejores fondistas que ha tenido el Ecuador.

El profesor de educación física graduado en Cuba, que en sus ratos libres escucha música, lee y hasta baila salsa, aún no se siente realizado, pero está satisfecho con lo que ha vivido. “Soy un optimista incurable”, aclara con una sonrisa.

Hace unos 15 años empezó lo que ahora es Ruta 42. Él entrenaba gratuitamente a sus “panas”, en La Carolina, hasta que algunos de ellos le plantearon un reto. Querían que él los entrenara para completar la Maratón de Nueva York y a cambio le pagarían el pasaje para ir a correr en EE.UU. Luego, otros aficionados empezaron a pagarle para tener una guía especializada.

Ahora, el grupo cuenta con otros dos entrenadores. El martes se reunieron, como es habitual en ellos, en el interior del Atahualpa. Allí se juntan desde las 05:00 y por eso antes de que el sol salga algunos ya han terminado sus prácticas.

Ricaurte permanentemente les pregunta por la salud, la familia, el trabajo… Por eso Carlos Carrillo, un auditor financiero de 43 años, asegura que Ricaurte es, para el grupo, “más que un buen entrenador un buen amigo”.

Y eso se nota en el trato, siempre cordial, que tiene con todos sus pupilos. Muchos de ellos son empresarios, ejecutivos que han encontrado en el deporte un estilo de vida saludable que además les ha permitido entrenarse para competir por todo el mundo.

Pero también hay otros deportistas, de toda edad, que son los que buscan los primeros lugares en las pedestres locales. Hasta hace un tiempo ellos no pagaban nada por pertenecer al grupo, que cuenta con directiva y comisiones. Ahora, en cambio, estos atletas con proyecciones de élites pagan un valor mensual de hasta USD 2. Es un valor simbólico que en el grupo han considerado para que se genere más pertenencia.

Raúl Ricaurte siente que ha tenido vivencias, pero que no ha sabido aprovechar de mejor manera el tiempo. Por eso, en los próximos años espera emprender un proyecto de búsqueda de talentos atléticos.

Durante una década fue el entrenador de Silvio Guerra, el atleta que se codeó con los mejores de su época y que ganó en cinco ocasiones la 15K.

Fueron 10 años en los que ambos entregaron todo y en los que el corredor representó al país en tres Juegos Olímpicos. El entrenador, que luce una barba canosa a manera de candado, asegura que jamás se encontró con otro deportista con las condiciones físicas, técnicas y mentales de Guerra.

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