El tenista español Rafael Nadal durante uno de sus partidos en el Roland Garros. Foto: AFP
Rafael Nadal tiene mañana domingo una cita con el suizo Stan Wawrinka y con la historia del tenis en la pista Philippe Chatrier: el español buscará su décimo título de Roland Garros y su décimo quinto Grand Slam para escribir un capítulo más de su dorada trayectoria.
Por si esos ingredientes no fueran suficiente, cabría recordar que Nadal no levanta un grande desde hace tres años y que en las dos últimas temporadas su juego se vio menguado por la ansiedad (2015) y por una lesión de muñeca (2016).
Muchos pensaban que el zurdo ya no daba más de sí, pero ahí está en otra final de un Grand Slam, la vigésimo segunda de su trayectoria. Y si gana saldría disparado hacia el número uno del ranking, terreno que no pisa desde 2014.
“Del nueve al diez solo es un diez por ciento más. El diez es un bonito número, pero mi favorito de siempre es el nueve”, bromeó Nadal, con 31 años recién cumplidos, tras arrollar el viernes al austríaco Dominic Thiem en la semifinal.
Bromeó porque está feliz y relajado y porque su tenis luce como en sus mejores tiempos. Además, todo lo que transmiten él y su equipo son sensaciones positivas. Ni una mácula. Ni un set cedido. Ni un rival con opciones.
“En cuanto a sensaciones es lo soñado, el grandísimo objetivo del año. Rafa ha llegado en el mejor momento, muy bien preparado y con un bagaje importante de victorias. Está más que listo para la final”, apuntó Carlos Moyá, uno de sus entrenadores.
Si gana mañana, Nadal desempatará con Pete Sampras y se ubicará en el segundo puesto de los máximos ganadores de Grand Slam. Con 15, ya solo tendría por delante los 18 de Roger Federer, el hombre que le apartó del título en enero en Australia.
Ningún hombre, salvo Nadal, ha ganado el mismo torneo diez veces. El español llegó a la décima este año en Montecarlo y en Barcelona, pero si lo hace en París tendrá un significado mucho mayor. Es hacerlo en uno de los Grand Slam, los torneos más exigentes del mundo. “Cuando se acabe la historia de Rafael aquí, será increíble si tiene diez títulos, pero si tiene nueve también será recordado probablemente como el mejor de la historia sobre tierra batida”, intentó rebajar el volumen Toni Nadal, su tío y entrenador.
“No le va a cambiar la vida, no cambia. Hablamos del diez, sí, el diez. Pero en Montecarlo y en Barcelona ganó el diez y ya es pasado”, señaló a dpa.
Nadal llegó a la final como una locomotora. Su peor partido estadísticamente hablando fue en segunda ronda, cuando cedió ocho juegos en total. Los números son parecidos a los de 2008, el mejor Nadal que se recuerda en París, el que ganó arrollando a todos sin perder un set.
El tenista suizo Stanislas Wawrinka devuelve la peltoa al escocés Andy Murray tras el partido de semifinales de Roland Garros. Foto: EFE
Wawrinka, número tres del ranking e infalible en las finales de Grand Slam -tres de tres-, solo se dejó dos sets y fue en semifinales ante el británico Andy Murray, líder del ranking.
Tras esa batalla, el suizo aterriza en el duelo decisivo con 15:20 horas en las piernas. Nadal suma muchos kilómetros menos, 10:01 horas. “Jugar ante Rafa una final del Abierto de Francia en polvo es probablemente el mayor reto que hay en el tenis. Es el mejor de la historia en arcilla. Va a por su décimo Roland Garros, es realmente impresionante”, indicó Wawrinka, de 32 años.
Pero si hay algo que caracteriza al helvético es que cuando entra en trance, cuando consigue sin parar reveses paralelos a la línea y derechas imposibles, es muy difícil de parar. Ya lo sufrió Novak Djokovic en las finales de Roland Garros 2015 y del US Open 2016. “Voy a tener que jugar mi mejor tenis, pero lo vuelvo a repetir, ya lo hice en el pasado. Veremos qué es lo que pasa el domingo”, añadió Wawrinka, cuyo revés a una mano es una auténtica tortura para los rivales cuando encuentra la inspiración.
El Nadal-Wawrinka de mañana, cuyo ganador será el nuevo número dos del ranking mundial, será el duelo número 19 entre ambos. El balance sonríe al español por 15-3, pero una de esas tres derrotas está grabada a fuego en la memoria del español. Fue la de la final de Australia 2014. Nadal buscaba entonces su décimo cuarto grande y llegaba a la gran cita sin saber lo que era perder un set ante Wawrinka.
El suizo arrancó la final arrollando, se llevó la primera manga y entonces el español sufrió un bloqueo en la espalda que le impidió rendir al máximo. “No entiendo de revanchas, no entiendo que sea una buena mentalidad o manera de encarar nada. Encaro el partido como cualquier otra final”, señaló al respecto Nadal, que está a las puertas de su título número 73 y el 53 sobre arcilla. Y de llevar su leyenda a una nueva dimensión.