Aunque los ecuatorianos sabemos que vivimos en un territorio de alta incidencia sísmica, cada nuevo evento de ese tipo dispara nuestra angustia. Sucedió en el terremoto del 16 de abril en Manabí y en cada una de sus réplicas más fuertes, y volvió a suceder el pasado lunes con el temblor de 4,7 grados con epicentro en Puembo.
Informes preliminares dieron cuenta de que, aparte de unos pequeños derrumbes en vías como la Simón Bolívar, la Panamericana Norte y otras secundarias, la vialidad del Distrito Metropolitano no resultó afectada. Hasta el cierre de esta edición, la mayor preocupación de las autoridades municipales se centraba en el estado estructural del antiguo puente sobre el río Chiche, en la vía Interoceánica, que fue cerrado a la circulación mientras era inspeccionado por técnicos de la Empresa Pública Metropolitana de Movilidad y Obras Públicas.
La del 8 de agosto no fue la primera ni será la última vez que la tierra tiemble en nuestro país, haciéndonos sentir la fuerza incontenible de la naturaleza. Vivir sobre fallas geológicas y rodeados de volcanes implica riesgos de los que debemos ser conscientes y para los cuales debemos estar preparados psicológica y anímicamente.