El inicio de la era del entrenador Gustavo Quinteros al frente de la Tricolor solo ratifica los augurios de que la Copa América será, una vez más, un banco de prueba para las eliminatorias.
Si acaso Ecuador llegara a tener algún éxito en el certamen de Chile 2015, solo será por el empeño que ponga el equipo en la cancha y no por el abnegado trabajo del cuerpo técnico, cuyo escaso tiempo para trabajar hará que sea imposible que los jugadores se desempeñen de acuerdo con la idea sampaolística, bielsística o como quieran llamarla: presionar arriba y atacar hasta el último minuto, la última gota de sudor e incluso la última gota de sangre.
En el fútbol hay muchas maneras de ganar y todas son legítimas, y qué más prueba que la final del pasado Mundial, con Alemania (juego de ataque) y Argentina (juego de contragolpe) obligados a los tiempos extra, y con un solo gol, uno solo, como dirimente.
Los resultados son los que a la larga demuestran quién tiene la razón, aunque de todos modos esa razón siempre sea temporal, pues dura hasta la primera derrota, como le está pasando al tiqui-taca de España. Sin embargo, todo esquema requiere de tiempo, el recurso más valioso de todos, el supremo juez que nos iguala, y si algo se ha perdido de forma increíble en la Selección de Ecuador es justamente tiempo.
Los meses que ha invertido el entrenador ecuatoriano Sixto Vizuete han sido arrojados cruelmente a la basura, en especial si Quinteros llega con ideas fundacionales, ‘revolucionarias’, que quizás no sean otra cosa que nuevos empeños en hallar la fórmula del agua tibia para terminar en lo de siempre: ganar en Quito y hacer el intento de pescar algunos puntitos afuera durante las eliminatorias para el Mundial de Rusia 2018.
Bueno, así ha sido siempre y no existen condiciones, jugadores ni reales ganas para cambiar eso. Sí, qué menos bielsístico que usar la Copa América como laboratorio.