Jonathan Herrera durante un entrenamiento en la pista sintética del parque La Carolina, en el norte de Quito. Foto: Diego Pallero/ EL COMERCIO.
Jonathan Herrera conduce su silla de ruedas de competencia hasta la Cruz del Papa del parque La Carolina, frena con cautela, se quita el casco, los guantes, una licra y empieza a ponerse apresuradamente una prótesis en su pierna izquierda.
Esta rutina la cumple cerca de las 09:00, de lunes a viernes, tras completar un entrenamiento de dos horas en el parque quiteño. Cerca de él, decenas de atletas realizan ejercicios de calentamiento o se toman un respiro por una exigente práctica deportiva.
El tiempo apremia. El carchense, de 21 años, tiene que cambiarse de indumentaria para llegar a las 11:00 a sus clases de química pura, en la Universidad Central. Debe tomar un bus de transporte público y quiere evitar contratiempos.
También debe dejar su silla en el Centro Deportivo Metropolitano de Iñaquito, ubicado justo al frente del centro de esparcimiento. La idea nació hace algunos meses.
Se percató de que sería complicado llevar su silla a la ‘U’ en bus. Por eso, habló y le permitieron dejarla en el Centro. “Uff. Si tuviera que ir a clases con silla, no llegó nunca”, dice y muestra una amplia sonrisa.
A él siempre se lo ve contento en el sitio de encuentro de los deportistas amateur y profesionales. Hace 10 años le atropellaron y debieron amputarle su pierna izquierda. Los primeros meses, tras el accidente, fueron complicados. Se involucró en el baloncesto y halló una motivación.
La alegría volvió. Posteriormente, se involucró en las carreras de asfalto y empezó a destacarse. Trepó al podio de la carrera de 10 km de los Tres Juanes, Nuestros Héroes y la Quito Últimas Noticias. Desde el 2015 buscó el podio de la tradicional carrera, hasta que lo logró el año pasado.
También compite en pruebas de 400, 800 y 1 150 m.
“Creo que Dios nos puso de ejemplo para demostrar que no hay limitaciones”, expresa convencido. Para este año, quiere competir en maratones y medias maratones en Medellín, México y Chile.
La carrera en el país azteca es segura. Ya recibió la invitación de la competencia y ajusta los recursos para su participación. También acudirá a la Quito-Últimas, donde quiere defender su corona.
Sin embargo, -expresa- para el resto de pruebas le faltan recursos. “Corremos las carreras para poder ganar los recursos, porque los costos son altos. Una llanta, por ejemplo, cuesta USD 100”. Su intención es conseguir auspiciantes que financien sus participaciones, sobre todo, en el exterior.
Su gran aliada es su silla Top End, que trajo desde España el año pasado con el apoyo económico de sus padres. Es de fibra de carbono y le permite conducir con rapidez.