Priscilla Lazo le didica 13 horas semanales a sus entrenamientos de karate, en la escuela Hikarite-do, de la Alborada. Foto: Enrique Pesantes/ EL COMERCIO.
Hace nueve años, la disciplina, el orden y los enérgicos movimientos del karate sedujeron a Priscilla Lazo. Ella tenía trece años cuando sus padres la llevaron a los campamentos vacacionales del club Jorge Delgado, para que aprendiera a modelar; la pasarela la aburrió y buscó el deporte.
Los tacones, los vestidos y el glamur no eran de su agrado, por eso se escabullía entre sus compañeras para ojear las enseñanzas de la escuela de karate que funcionaba en el piso inferior de su academia.
Un mes después de esa travesura, sus padres la inscribieron en la escuela Hikarite-do, que se inauguró en un edificio frente a su casa, en la segunda etapa de la Alborada, en Guayaquil.
En su primera práctica recibió una patada en el estómago que la dejó sin aire. De a poco se acostumbró al deporte de contacto y ahora resalta a esta disciplina, como un motor en su desarrollo personal.
Diariamente perfecciona sus movimientos sobre el tatami. De lunes a viernes practica dos horas y los sábados, tres.
Le agrada competir en la modalidad de kata, pero sus logros tanto a nivel nacional como sudamericano, los alcanzó en la categoría de kumite.
A los 15 años fue su primera convocatoria a la selección de Guayas. Ella compitió en un torneo nacional que se organizó en Quito.
La escuela donde practica, Hikarite-do, se especializa en la técnica Wado-Ryu. Se basa en los bloqueos altos y trabajos de esquive, para buscar los lanzamientos del contrincante.
El esfuerzo y la dedicación de Lazo hicieron que obtuviera en dos años el cinturón negro. Ahora, es primer dan, una modalidad de esta disciplina; y para ascender al segundo, deberá inaugurar su propia academia y tener, por lo menos, dos estudiantes, un tema que está entre sus proyectos.
Desde que se inició en esta actividad se considera una persona organizada. Ella distribuye su tiempo entre los estudios, la familia y los entrenamientos.
Además del karate, practica baloncesto, fútbol, natación, tenis de mesa y béisbol. Incursionó en estas disciplinas solo a manera de pasatiempo; considera que el deporte es vital para el desarrollo de la sociedad.
“En fútbol solo sé patear canillas” dijo, mientras mostraba una pícara sonrisa. Ella se reúne con sus amigos para jugar partidos, cuando tiene tiempo.
La medicina es otra de las pasiones de Lazo. Ella es egresada en la carrera de Terapia Física en la Universidad Católica Santiago de Guayaquil, donde la próxima semana obtendrá su título. Su propósito es especializarse en el área deportiva.
Con esos conocimientos, recibe consultas de parte de sus compañeros de la selección de karate nacional. Acuden a Lazo cuando sienten alguna molestia muscular; ella los ayuda y recomienda ejercicios de rehabilitación.
“Me gusta ayudar a los demás, tengo esa vocación” contó, mientras sujetaba su larga cabellera negra, en la cual resaltaban tres mechones azules.
Admira los logros deportivos que alcanzaron Jefferson Pérez (marcha) y Carmen Chalá (judo); son su modelo a nivel nacional.
El sensei Giovanny Cabrera, uno de los instructores que ayudó en la formación de Lazo, contó que ella llegó a la escuela con algunos problemas de mal carácter. Pese a ser una joven tierna, por momentos se tornaba impulsiva en las prácticas.
Desde que la vio en su primer entrenamiento, detectó que Lazo contaba con las condiciones físicas para destacar en la disciplina (fuerza y elasticidad). Por eso puso mayor atención en moldear su carácter.
Cabrera admira la capacidad que consiguió Lazo, para canalizar sus frustraciones y agresividad a la hora de los combates. “Esa es su principal virtud”, contó.
Lazo guarda un especial aprecio por Cabrera y por el sensei David León. Ellos han estado pendientes de su crecimiento, desde su debut.
Para el próximo año, espera sumar los puntos necesarios para entrar al Plan de Alto Rendimiento del Ministerio del Deporte. Esa es su meta a corto plazo.
El sueño de Lazo es ganar un Campeonato Mundial Sénior. Hasta ahora no ha podido competir en ninguno, debido al tiempo que invirtió en culminar su carrera universitaria.