Ver a Rodolfo Pérez practicar sobre el ‘play’ (cancha) de béisbol es un espectáculo. La dirección de la pequeña pelota, elaborada con caucho, pedazos de corcho y 118 costuras de hilo rojo, se pierde, muchas veces, ante la mirada de los espectadores.
La fuerza de sus lanzamientos, realizados sobre un montículo de tierra, genera una velocidad de hasta 110 kilómetros por hora.
El ex-beisbolista, de 49 años y con 1,68 metros de estatura, entrena cerca de cuatro horas al día en el colegio Torremar en Samborondón.
En este escenario imparte sus experiencias a niños y jóvenes que desean conocer las técnicas para utilizar un bate y una pelota.
En el béisbol ecuatoriano fue considerado un “fuera de serie”, un “extraterrestre” como lo llamaban sus amigos en la década de los 70.
Fue también un inventor genial que creó su propio lanzamiento: ‘la movediza’, extraño giro que dejaba con el bate en el hombro a sus rivales.
A sus 16 años fue llamado a la selección de Ecuador para participar en Bolivarianos y Sudamericanos. Para alcanzar ese éxito, tuvo que hacer sacrificios económicos.
“Recuerdo que para irme a Venezuela a disputar un partido con la selección tuvimos que conseguir el dinero mediante rifas y vender comidas para poder viajar”.
Pérez decidió que su vida estaba lejos de la profesión que le enseñó su padre, la ingeniería naval. En una ocasión, presenció junto a su progenitor el hundimiento de un buque comercial. Esa experiencia lo llevó a desechar definitivamente la opción paterna.
Confiesa que no puede dejar de ‘pelotear’ un solo día. Ni siquiera durante sus horas de descanso. En su casa tiene una máquina lanzapelotas, con la que se distrae.