Los pecados juveniles de Moisés

Han pasado 16 años desde que se descubrió el tinglado de Moisés Cuero en el Sudamericano Sub 17 y todavía no ha sido posible cortar ese abominable esquema que genera la adulteración de la edad de los jugadores juveniles.

Es como si se hubiera desatado una maldición en el fútbol ecuatoriano, una huella indeleble, un pecado original que lastra al país.

La cadena de excusas es así: el club dice que los papeles del implicado están en orden en la Ecuafútbol. La Federación responde que los documentos son oficiales y que provienen del Registro Civil.

El Estado asegura que el infractor usó testigos falsos y otras mañas, y que los funcionarios no pueden verificar la veracidad de los datos en sitios remotos. Y el jugador… solo llora en su cuarto, imaginando que su carrera está a punto de terminar.

¿Y los que le metieron en este lío, los ‘agentes’ que le convencieron, los ‘dirigentes’ que aceptaron? Lejos, buscando otros juveniles a quienes proponer el trato de sus vidas.

Ningún club ni entidad puede financiar el enorme costo que significa contar con un equipo profesional investigador que rastree el pasado de 2 000 jóvenes que año a año se prueban en cada equipo.  

Clubes y Ecuafútbol intentan corroborar los datos de los casos que generan dudas (las barbas crecidas, el desarrollo de los músculos, los dientes, las contradicciones en la historia familiar…) y varios caen. Pero otros se escabullen, esperando que Sófocles se equivoque cuando dijo que "una mentira nunca vive hasta hacerse vieja".

¿Es posible cortar con este fraude? Claro: África dejó de ganar los Mundiales juveniles porque la FIFA obligó a mejorar los procesos de control. Ecuador tiene líos iguales a los africanos pero de nada servirá aplicarlos si la Justicia no castiga a los cómplices y no solo al jugador, el único que recibe todo el peso de la maldición de Moisés.

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