Al tercer año resucitó de los infiernos de la Segunda Categoría. Al fin, pudo levantarse de las cenizas, sacudirse la sal y a los 1122 días su gente volvió a sonreír.
No es un relato bíblico. Es la historia de ‘Papá’ Aucas, que ayer escribió un versículo de gloria en su estadio. En esa ‘Caldera’ convertida en un infierno, con miles de devotos vestidos de amarillo y grana. Ellos regresaron con la fe de ver cómo el ‘Ídolo’ se levanta y camina. Y lo consiguieron.
Aucas no pudo comulgar con las redes y celebrar goles porque al frente, el rival, Pilahuin Tio, dio guerra en una ceremonia llena de sufrimiento hasta el final.
Esa sensación de miedo, nerviosismo e inseguridad, que matiza la historia auquista, nunca se fue del estadio de Chillogallo.
La calma y la paz que se buscaron en la concentración del plantel, con la palabra de Dios, 24 horas antes, por intermedio de un sacerdote, se pasmaron al salir del vestuario a la cancha.
Fue un recibimiento triunfal en medio del tradicional cántico: ¡Y dale A!, ¡y dale A!, ¡y dale Aucas! dale Aaaa… Así, en un escenario repleto de hinchas golpeados en lo íntimo por los fracasos de los últimos seis años (descendió a la Serie B en el 2006 y a Segunda en el 2009) era el cuadro perfecto para la resurrección del ‘Ídolo’.
Aquí un paréntesis. Que nadie ponga en tela de duda la categoría de ‘Ídolo’ que tiene este equipo con 67 años de vida. Ha sido uno de los pocos con tanta convocatoria en las divisiones olvidadas de Segunda. Por eso, la presencia masiva de la gente y su ilusión por ascender fueron conmovedoras.
En los 90 minutos hizo falta una dosis necesaria de tranquilidad con un gol. Estuvo tan cerca el primer tiempo con un cabezazo del goleador Juan Carlos Villacrés, que impactó en uno de los postes; en un disparo desviado de Wellington Sánchez; y, en otro mano a mano del mismo Villacrés.
Pilahuin Tio no fue tan peligroso como aparentaba. Era la misma defensa auquista la que contagió inseguridad. Algunos movimientos de Santiago Mallitasig y de César Estupiñán, los zagueros centrales, pusieron la fe de todos al filo de la oscuridad y el terror.
Fue como una invitación a desempolvar esos desagradables recuerdos de cuando el equipo se quedó en los partidos claves para ascender de las últimas temporadas. Eso de que la memoria es frágil, con Aucas es mentira porque aún se acordaban que en el 2010, ante el Valle del Chota, solo necesitaban empatar y perdieron.
Pero ahora era diferente. La lucha era en casa propia. Por eso, en cada jugada friccionada levantaba a los hinchas de sus puestos.
Los auquistas, colgados en las mallas, parecían ahuyentar a los demonios con los insultos cuando recibía la pelota Mario Lastra, un hijo de ‘Papá’ Aucas, que esta vez estaba en la vereda opuesta.
Los orientales confiaron que en el segundo tiempo se reactive esa historia donde se cuenta que el equipo era capaz de dar la vuelta marcadores adversos. Pero no se dio. La actualidad es diferente.
Los 45 minutos del segundo tiempo fueron intensos. Cuando transcurrió el primer cuarto de hora, el DT Julio Asad apareció en la zona técnica para abrazar a Jaime Iván Kaviedes y confesarle que era el momento de entrar a la cancha, a limpiar sus pecados.
El ‘Nine’ saltó a la cancha en medio del delirio, de una sonora ovación y un cariño de la hinchada que le negaron en otros lados.
La primera pelota que tocó Kaviedes casi fue gol. Hizo una pared con Villacrés. El ambateño levantó el centro, pero Wellington Sánchez se resbaló en el área.
Eso provocó que los últimos cinco minutos fueran de vértigo. Los hinchas sostenían el ascenso con sus cánticos y plegarias. Omar de Jesús, por ejemplo, se arrodilló como una muestra de su devoción.
Solo cuando se acabó el partido se desató la alegría y el llanto de emoción se desbordó. En cada abrazo y en cada lágrima, los auquistas comenzaron a borrar sus pesadillas lejos del profesionalismo por esas tierras no tan santas.
Fue el ascenso de un calvario que todavía tendrá otra estación: la Serie B en el 2013. Con la misma fe de ayer, los auquistas se fueron advirtiendo que en 365 días estarán en el paraíso de Primera para pelear con los grandes.