Oro para colombiana Ibargüen y plata para venezolana Rojas en triple

Katerine Ibargüen, de Colombia, fue la ganadora de la medalla de oro en salto triple en Río 2016. Foto. AFP

Katerine Ibargüen, de Colombia, fue la ganadora de la medalla de oro en salto triple en Río 2016. Foto. AFP

Katerine Ibargüen, de Colombia, fue la ganadora de la medalla de oro en salto triple en Río 2016. Foto. AFP

La colombiana Caterine Ibargüen ratificó hoy su reinado en el triple salto al convertirse en la nueva campeona olímpica de la especialidad en los Juegos de Río de Janeiro, donde la medalla de plata fue para la venezolana Yulimar Rojas.

La hasta hoy subcampeona olímpica conquistó el oro con su mejor marca de la temporada, 15,17 metros, para ascender hasta el primer cajón del podio que se le había resistido en Londres 2012. Rojas se colgó la plata con un brinco de 14,98, mientras que el bronce fue para la kazaja Olga Rypakova con 14,74.

Vigente campeona mundial y panamericana, a Ibargüen sólo le faltaba el título olímpico que rozó en Londres 2012 para confirmarse como la mejor triplista de la actualidad. Lo consiguió con absoluta suficiencia, frente a la rival que más batalla le había presentado en los últimos tiempos, la joven y prometedora Rojas, que buscó el oro, pero brincó de alegría una vez consumada la plata.

La superioridad de la colombiana en la final fue incontestable. Con el claro respaldo del público, la risueña campeona panamericana inició la competición con un buen salto (14,65) y, en el segundo, ya superó la barrera de los 15 metros: 15,03, a tan sólo un centímetro de su mejor marca de este año. Con ese solo brinco, toda la presión se trasladó ya a sus rivales, especialmente a Rojas, que estrenó en una final olímpica con un nulo.

No pareció, sin embargo, afectarle demasiado el errático debut a la joven campeona venezolana, pues en su siguiente salto se fue hasta los 14,87, el segundo mejor de todas las finalistas hasta ese momento. En lo que va de temporada, sólo Ibargüen y Rojas habían saltado más allá de los 15 metros. Ibargüen, 15,04 en Doha, en mayo. Rojas, dos centímetros menos, 15,02, el pasado mes de junio en Madrid.

El duelo se anunciaba feroz, pero lo fue menos de lo esperado. Después de tomarse un respiro en su tercer salto (14,38), Ibargüen se fue hasta los 15,17 en el siguiente, el que le dio el título. Autoanimándose y buscando el respaldo del público, Rojas brincó hasta los 14,98 de la plata en su tercer intento. Ya no pudo ir más allá la pupila del mítico saltador cubano Iván Pedroso.

"Es un orgullo que las dos mejores saltadoras del mundo ahora mismo sean sudamericanas", había dicho la veinteañera Rojas, después de su clasificación para la final. Pese a su juventud, la flamante subcampeona olímpica era consciente de lo que se le venía encima; de que todo un país que atraviesa por una delicadísima situación política, económica y social estaría pendiente de ella con la esperanza de poder aparcar sus penurias durante un par de horas para verla brillar en lo más alto.

"Siento un poco el peso de Venezuela, pero también el apoyo, así que no tengo ninguna presión, sino el orgullo de representar a mi país en una final olímpica, que era mi sueño", había asegurado Rojas. Sus urgencias eran, sin duda, menores que las de Ibargüen que, a sus 32 años, y después de haberse subido al segundo cajón del podio en Londres 2012, se había propuesto repetir en los Juegos de Río el oro que ya conquistó en 2015 en el Mundial de Pekín.

No decepcionó. Con una serie impecable, la reina colombiana del triple conquistó el único título que le faltaba para cerrar la discusión sobre quién es la mejor. Con él en el bosillo, levantó su dedo indicando el número uno, agarró la bandera colombiana y dio la vuelta de honor a la pista del Estadio Olímpico de Río de Janeiro, a la espera de que llegase el rey, el "Rayo" Bolt.

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