Felices e incansables, un grupo de niños afroecuatorianos corre tras un balón en la cancha de cemento de la Escuela Luis Napoleón Dillon, de El Juncal, límite entre Imbabura y Carchi.
Ríen y gritan, en medio de un paisaje verde, regado por las aguas correntosas del río Chota, y agreste por las montañas pardas que parecen farallones de un océano prehistórico.
Los chicos se lucen en ‘driblings’ y quiebres de cintura; algunos, como Jean Pierre Carcelén, de 16 años, hijo del ex jugador José Carcelén, son más diestros para dominar el balón. No les importa el candente sol del valle. Tampoco los zapatos descosidos. O que no corran en césped. Los niños sueñan en ser campeones como Agustín Delgado, benefactor de la escuela donde él también correteó; o como Ulises de la Cruz, nativo de Piquiucho, la vecina y calurosa aldea de Carchi, al otro lado del puente.
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Pero, tras la época dorada del ‘Tin’, De la Cruz, Cléver Chalá, Giovany Espinosa, Raúl Guerrón, Johvani Ibarra (arquero suplente de la Selección) y Édison Méndez, la tropa triunfante que llevó al Ecuador al Mundial 2002, ¿qué jugadores del valle persiguieron al balón? “Marlon de Jesús (Emelec), Renato Ibarra (Selección y Vitesse de Holanda), Luis Anangonó (Selección y Argentinos Juniors), Ronnal Campos (Macará), Romario Ibarra (juvenil de Liga)…”, responde, mientras se rasca la cabeza, Diego Ayala Delgado, quien jugó en Liga de Quito, en el 2003.
Espigado, con la pinta de su tío ‘Tin’, Ayala, de 33 años, participa en el jolgorio de los niños cuya piel brilla más con el sol.
Diego está al frente de la Escuela de Fútbol de la Fundación Agustín Delgado, cuya sede está a solo cinco cuadras del plantel. Allí, en la construcción de más de 200 m2, opera un consultorio de medicina interna. La escuela funciona en el cercano cantón Pimampiro.
Es considerada un semillero de figuras para un futuro cercano. La integran 15 chicos, de entre 8 y 14 años, y es auspiciada por el Municipio de Pimampiro y el Consejo Provincial de Imbabura.
Pero, el Chota ya no es la cantera de la Selección. Los nuevos seleccionados son de Esmeraldas: Walter Ayoví, Segundo Castillo, Juan Carlos ‘La Hormiga’ Paredes y Fricson Erazo. Avanzaron con esfuerzo y ayuda de los clubes…
Al ver la cámara de fotos y a los profesores que se aproximan, los pequeños se frenan y se arremolinan para pedir, a grito limpio: “¡la foto, la foto!”. Niños y niñas posan alzando las manos y expresando “¡Viva el Ecuador!”.
Jean Pierre, moreno y de pelo ensortijado, deja el balón. Dice: “si tuviera chance este rato agarraría mi mochila y me iría a las filas del Independiente del Valle”. “¿Por qué a ese club?”, preguntamos al ver su determinación. “Porque junto con Liga de Quito es el que más para balón a los jóvenes”.
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Nixon, de 8 años, avispado e inquieto, sostiene que si no llega a ser futbolista le encantaría ser policía o militar. Futbolista, policía o militar: el trío de destinos que barajan estos pequeños oriundos de una de las mayores canteras del fútbol nacional: la cuenca del Chota, en la que se riegan pueblos de casas de teja y barro, similares a las aldeas africanas. Sus nombres: Chota, El Juncal, Piquiucho, Ambuquí, Tumbatú, Carpuela.
Tierra pobre y ardiente. De agua y polvo. De pequeñas y fértiles huertas, donde la gente cálida y sencilla cultiva aguacate, naranja, limón, mandarina, hobos, guabas, y, sobre todo, el guandul, un fréjol verde, rico en proteínas. Las huertas, la mayoría de media hectárea, sirven para el sustento familiar y fuente de pequeño comercio informal callejero, en la Panamericana Norte que cruza las aldeas.
Mauricio Godoy, profesor de Sociales de octavo a décimo, explica que acaso en el guandul verde, similar a una vaina de alverja, reside la fuerza de los futbolistas.
“El gusto por la pelota es innato, lo llevan en los genes”, expresa el maestro. Rosa Capelo, profesora de sexto de básica, asiente. De inmediato fija su mirada en un bloque de cuatro aulas de concreto, de color amarillo, junto a la cancha de básquet de la entrada.
“En el 2006 las construimos con el apoyo de Agustín Delgado, Ulises de la Cruz, Édison Méndez y la ‘Sombra’ Espinoza; además, ‘Tin’ hizo gestiones, ante la Fundación Telefónica y el Ministerio de Educación, para contar con una moderna aula de 16 computadoras”.
“El tío Agustín ha sido generoso con su pueblo, ahora que irá a la Asamblea Nacional piensa sacar leyes para crear la universidad afroecuatoriana y escuelas de fútbol en todo el valle”, expresa Ayala.
El recreo de media mañana, del pasado miércoles 20, está por concluir . Inocencia y ternura se manifiestan cuando las niñas dicen, “a yo (en vez de a mí) pregúnteme”.
Perlita, de seis años y ojos negros como el capulí, exclama: “Quiero ser cocinadora”. Ámbar, de cinco años, “actora de televisión”; Shirley, “boxeadora, quiero pelear en el coliseo de Carpuela” (se refiere al flamante polideportivo, de 8 ha, abierto el pasado enero para fútbol, box, atletismo; lo construyó el Ministerio del Deporte). Los 175 niños, el 99% afro, vuelven a la aulas de la escuela creada en 1947.
El Chota con poco trabajo
De las humildes casas de la comuna Chota que pertenece a la parroquia Ambuquí, la tierra de los hobos, al igual que El Juncal, sale una pegajosa salsa y alegres ritmos de bomba, la música autóctona.
En el Chota viven 1200 personas y en la cercana El Juncal, 2000.
Apoyado en una banca de hierro, que mira al río, Hipólito Acosta sostiene que la calidad de los servicios básicos mejoró -con los sucesivos gobiernos- en el Chota, El Juncal y Piquiucho, desde el 2002, año del primer Mundial.
“Se hizo el alcantarillado, las calles, no todas, se adoquinaron; el general Paco Moncayo, alcalde de Quito, en el 2006, mejoró el sistema de agua potable”. Acosta es ‘tachero’ (cocina el grano que sale del azúcar en el ingenio Iacem, la única industria de Imbabura).
Se siente privilegiado con ese trabajo. En cambio, Manuel Yépez, quien le acompaña, aguarda que vengan las volquetas de varias constructoras a llevar la piedra del río. Yépez, de 51 años, cultiva una huerta (aguacate, fréjol y tomate).
Para ganar un poco más se reúne con seis amigos y cargan volquetas cuyo cajón es de 12 m2. Les pagan USD 120 y se dividen.
“En servicios vamos más o menos, pero aquí hace falta trabajo, agroindustrias de frutas, por ejemplo, o criaderos de pollos, esperamos que los asambleístas, ‘Tin’ Delgado y Ulises de la Cruz, apoyen en estos proyectos”.
Acosta topa otro asunto delicado: en la mayoría de aldeas hay decenas de madres solteras, adolescentes. En el barrio Santa Clara, el Gobierno apoya la construcción de 37 casas pequeñas para las madres solteras.
La causa, según Acosta, es la falta de educación sexual. En los colegios y escuelas del valle, los profesores ya dictan charlas de cuidados del cuerpo y de sexualidad.
Más gambetas
Pedro Maldonado, dirigente del equipo Valle del Chota, dijo que han llegado a un acuerdo con los directivos de Liga de Quito. El fin: que el equipo quiteño asuma el manejo de los 140 chicos que practicaban en el club que apoya el ‘Tin’.
La cancha, junto al puente de El Juncal, está en mal estado porque el río creció y la inundó. Los caballos pastan allí.
La cancha que se halla junto a la Fundación de Agustín Delgado, en El Juncal, se ve cubierta de maleza. “Falta dinero para rehabilitarla”, dijo Diego Ayala, sobrino del futbolista.