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La pasión tiene un museo. La pasión, por estos días en Brasil, es el fútbol y en Sao Paulo hay un museo dedicado a este deporte. Para los fanáticos, el paseo es como para los niños ir a la fábrica de chocolate de Willy Wonka.
Pelé, el rey brasileño del fútbol, es el que sonríe y da la bienvenida a los visitantes en portugués, inglés y español; poco necesario porque el fútbol es por sí solo un idioma mundial. Más que para conocer la historia sirve para recrear los sentidos, como la misma fábrica de chocolate de Willy Wonka.
El museo está bajo los graderíos del estadio de Pacaembú en Sao Paulo y en uno de sus primeros niveles está la primera invitación a cerrar los ojos y sentir el fútbol. En unas pantallas se proyectan imágenes de los torcedores brasileños, pero lo más importante no es el video, es el sonido: cánticos, gritos de gol, batucadas, explosiones se oyen tan fuertes como que el visitante estuviera en medio del graderío, rodeado de esos apasionados del fútbol.
Museo del estadio de Pacaembú en Sao Paulo
Museo del estadio de Pacaembú en Sao Paulo
El poeta Carlos Drummond de Andrade tuvo una de las mejores preguntas para expresar lo que significa la pasión por el fútbol en la vida misma: ¿El fútbol se juega en el estadio? El fútbol se juega en la playa, el futbol se juega en la calle, el fútbol se juega en el alma. Si se pone atención esa frase está en uno de los corredores del museo, como si los curadores querían mezclar las letras con los balones para gritarle al mundo que el deporte tiene relación hasta con la poesía.
El fútbol se vincula con la historia, eso también está claro en uno de los salones. Una serie de fotografía cuentan el paso de las copas del Mundo y otras pantallas muestran en paralelo la historia del planeta, una historia política y la historia popular. Así como hay una foto de Madona, existe otra de la caída del muro de Berlín o una de Maradona besando la copa de México 86. En el museo no hay dos reyes, el astro argentino tiene espacios privilegiados; pero otros reinan. ¿Por qué Brasil no ganó el Mundial de México 86? La respuesta puede encontrarse en el piso, en uno de los salones iniciales: “porque Maradona, infelizmente, no nació en el Mato Grosso do Sul”.
En la sala de los orígenes, en medio de centenas de fotos históricas del Brasil futbolero, se ve un video que da otra respuesta: ¿por qué hay una bola en la bandera de Brasil? El locutor del video atribuyó a la caída de las barreras sociales para jugar el deporte y que los mestizos del país hicieron el balón suyo, todo esto a partir de 1927. El fútbol había llegado en 1894 al país de la mano del inglés Charles Miller.
La fábrica de Willy Wonka tenía trampas. El museo tiene muestras del dolor que ha dejado el fútbol para los brasileños: el Maracanazo. Un cuarto pequeño tiene el video en el cual se revive, una y otra vez la victoria de Uruguay sobre Brasil 2 a 1 en al final de 1950. El gol de Alcides Ghiggia se ve con un fuerte sonido de un corazón latiendo. Triste si se es torcedor local y se entiende que se lo expone para que no vuelva a suceder.
Al final también llega la modernidad. Una sala interactiva permite jugar con balones virtuales, el más novedoso tiene al astro más joven de los brasileños Neymar Jr como actor. Él juega a las cascaritas con los visitantes que se arriesguen. Él –tan amable como los brasileños- echa aliento a los que no pueden las cascaritas.
El recorrido puede ser largo si se detiene en cada detalle, pero un rápido recorrido también puede dejar con una sonrisa antes de que empiece un partido de la Copa que es básicamente para lo que vienen los turistas en estos días.