Aracelly Guayasamín jamás interrumpe su trabajo. Evita conversar con extraños mientras observa el juego de los futbolistas de las divisiones formativas y de la Reserva de Universidad Católica.
“Debo estar siempre atenta”, argumenta la médica general después de la primera parte del compromiso entre la ‘Chatoleí’ y Barcelona, por el torneo de Reserva, el sábado pasado.
Después de dialogar por un par de minutos más, acomoda su botiquín y corre inmediatamente hacia los graderíos ubicados al lado occidental de la cancha sintética de la Casa de la Tricolor.
Allí, pregunta a los jugadores de la Sub 16 si se encuentran bien de salud o si alguno tiene alguna molestia. Un grupo de unos 15 futbolistas le responde “todo ok”.
Tras verificar que todo está en orden, Guayasamín de 28 años, regresa al banco de suplentes. Tras el pitazo del árbitro, vuelve a fijar sus ojos en los 11 jugadores que defienden la camiseta de Universidad Católica.
No sucede nada, no hay lesionados al finalizar el compromiso. El día terminó bien.
En el partido del sábado, Guayasamín, que ahora cursa el segundo año de Medicina del Deporte, atendió a un solo paciente. Fue un joven que recibió un balonazo en su nariz y que producto de ello perdió un poco de sangre. “Es algo natural. Por suerte no pasó a mayores”, dice la médica.
En los dos años que lleva trabajando en el plantel universitario, Guayasamín solo ha tenido una emergencia: la lesión de José Miguel Andrade.
Ese caso fue atendido por dos especialistas más: un traumatólogo y por Mario Garzón. Este último es fisioterapista del club y quien “me hecho la mano para llegar a Universidad Católica”.
Otro susto, pero que no estuvo relacionado al área médica, se lo llevó en los vestidores del equipo de Primera. Sin querer, recuerda, miró los cuerpos desnudos de un par de futbolistas. Relata que no se sonrojó al verlos, pero reconoce que los jugadores sí se extrañaron.
Ahora, ella prefiere cumplir con la revisión médica antes de que los jugadores ingresen a las duchas. El chequeo lo realiza antes y después de cada partido.
En su bolso, que hace las veces de botiquín, ella siempre tiene un par de vendas, un gel frío y otro caliente y Voltaren. Aquel bolsito cuelga de sus brazos durante todo el compromiso. En su mano derecha, en cambio, sostiene siempre una botella con agua.
En el tiempo que lleva trabajando con los jugadores de Católica jamás ha tenido inconvenientes, ha escuchado malas palabras, dice, pero debido al “calor” del partido.
La médica que trabaja de lunes a viernes en un centro médico de Santo Domingo viaja todos los fines de semana a Quito para continuar laborando, esta vez en algo que le “pone más feliz”.
Guayasamín tiene afición por el deporte. Le gusta el fútbol y juega baloncesto. Es alera.
Antes de llegar al equipo ‘camaratta’, ella atendía a los jugadores que representaban al cantón Rumiñahui. Ella es de Sangolquí y fue ahí donde empezó sus pasos en el mundo del deporte.
A sus cortos 28 años, ella ya ha trabajado con personal dedicado al karate y taekwondo…
El fútbol me ha dado más fortaleza emocional. Ahora entiendo más a los futbolistas que son sensibles”.