Cuando un equipo cae estrepitosamente, como le pasó al Deportivo Quito (6-0), ¿quiénes pierden? ¿Los jugadores, el cuerpo técnico, los directivos o los hinchas? Para mí pierden todos. Y esas derrotas dejan lecciones para reflexionar en el futuro sobre los propósitos reales de un equipo de fútbol.
Los directivos del Quito, que han hecho una buena gestión en los últimos años, se dejaron llevar por un espejismo, sin darse cuenta que había un escenario real de equipos competitivos. Ellos ya se veían en la final de la Libertadores, después que el equipo metió 4-1 de local a la ‘U’ chilena. Ellos transmitieron ese entusiasmo al país -muy válido-, pero no supieron controlar el escenario eufórico, tampoco a los jugadores y al entrenador. Se olvidaron de pedir mesura. En el fútbol es válido mantener ese entusiasmo, pero con cautela y prudencia, sin perder las aspiraciones que todo ser humano tiene. Al final, queda una lección triste, porque esa no es la realidad del fútbol del país. Estoy seguro que faltó manejar los tiempos de ese entusiasmo que se generó -incluso, entre nosotros los comunicadores-.
Ahora los directivos y el entrenador del Quito (Carlos Ischia) están en la obligación de buscar los mecanismos para recuperar la estima del futbolista. Y la idiosincrasia del país nos ha demostrado que al deportista le cuesta levantarse, pero aquí hay que hacerlo urgentemente y así evitar que esa derrota vergonzosa trascienda a la Selección, en donde Deportivo Quito, usualmente, aporta con un buen número de jugadores.