Liz se unió al ciclismo por su esposo y por Diana
Liz Aldaz no era deportista y no entendía por qué sus hijos y su esposo salían a pedalear por horas los fines de semana.
Sin embargo, desde hace un par de años, la mamá se decidió a emprender esta ‘aventura’, como la califica. Se puso el casco y ahora también sale a paseos largos con su esposo, una vez por mes. “El ciclismo ha sido bonito, sobre todo cuando se puede recorrer la naturaleza”.
Desde entonces se ha convertido en cómplice de sus cuatro hijos. Una de ellas es Diana, quien ha competido 17 veces en el exterior en ciclismo de montaña y es múltiple campeona nacional. Con ella ha viajado por todo el país y siempre la ha ayudado en el abasto, colocándose en puestos estratégicos de las competencias para darle algo de agua y sobre todo apoyo.
La madre quiteña, que ahora también disfruta del ciclismo, la acompañó en dos ocasiones a Chile y a Argentina.
Por las mismas características del deporte, en ocasiones la madre se asusta. Sobre todo cuando su hija pasa a toda velocidad y hasta salta en las rampas que nunca faltan en las pistas. “A veces es estresante verle competir, me da miedo, pero yo confío en ella porque es una experta y sabe lo que hace”.
Diana empezó en el ciclismo a los 6 años, motivada por seguir el ejemplo de sus hermanos mayores, Jaime y Luis, que también fueron campeones nacionales. Ella ahora tiene 22 años, estudió Nutrición Humana, y es parte del equipo que busca puntos en competencias internacionales para que Ecuador obtenga un cupo en los Olímpicos de Río de Janeiro. En ese empeño están también las azuayas Alexandra Serrano y Michela Molina. P ara la ciclista, que este año estará en dos Copas Mundo, el apoyo de su madre ha sido indispensable.
Valerie hace triatlón y viaja a todos lados con Dashalía
Valerie Montesdeoca, manabita que ahora vive en Quito, ha practicado natación desde que era niña. Inculcó ese gusto a sus tres hijos: Dashalía, Néstor y Juan Pablo Mendoza.
Dashalía y Néstor son triatletas; Juan Pablo, el hermano mayor de 20 años, fue escalador.
Ahora Valerie acompaña a sus hijos en competencias por todo el país.
Con Dashalía, de 18 años, incluso ha viajado a Perú, Brasil, Panamá, Cuba y República Dominicana, cuando a ella le ha tocado representar al país.
Cada competencia tiene sus buenos y malos recuerdos. En el 2011, por ejemplo, acudieron a triatlones en Perú y en las Islas Galápagos. Fueron sin tanta expectativa, pero Dashalía fue la ganadora.
En cambio, en el año pasado en los Juegos Deportivos Nacionales de Riobamba, Dashalía se cayó de la bicicleta. Ese fue un momento de angustia para Valerie, que ahora es nadadora de la categoría Máster.
En ocasiones, las dos deportistas también coinciden en competencias. Ocurrió el año pasado en el Cruce a nado entre las poblaciones manabitas de Bahía de Caráquez y San Vicente.
Allí, Dashalía fue la ganadora en la categoría general entre las damas, y su mamá se impuso en la categoría Máster. Ese día, muchos de los asistentes se enteraron de ese hecho, lo que hizo más emocionante la competencia.
El deporte ha marcado la relación entre la madre y sus hijos. La mamá nadadora se ha convertido también en una amiga para ellos y ese vínculo ocurrió gracias al deporte.
Por las competencias han viajado juntos, compartido habitaciones de hotel, entrenadores, bicicletas…
“En ocasiones, por el trabajo, no podía compartir con mis hijos. Pero en cada carrera hemos pasado momentos de calidad que nos han unido”, añadió la deportista de 42 años.
Sandra Rosas hizo pesas y Samanta sigue sus pasos
La manabita Sandra Rosas, excampeona nacional de levantamiento de pesas, lloró cuando su hija Samanta Erazo compitió en los Juegos Nacionales para menores que se realizaron en Esmeraldas, el año pasado.
Allí, Samanta, de 14 años, consiguió tres medallas (una de oro y dos de bronce) para Pichincha, en la categoría de 53 kilogramos.
Sandra, que también compitió coincidencialmente en la misma división de peso, se sentía impotente en los graderíos. La madre de 38 años hubiera querido ponerse las mallas de competencia, recogerse el cabello y levantar la pesa en lugar de su hija.
Tal fue la adrenalina que le generó observar el evento, que de los gritos de apoyo pasó al llanto cuando Samantha consiguió la medalla dorada en la modalidad arranque.
Aquí otra coincidencia entre ambas, pues el arranque fue la prueba principal de la manabita, que alcanzó en dos ocasiones medallas de plata
en Juegos Sudamericanos, en 1998 y en el 2002. En el levantamiento de pesas también se realiza la prueba de envión.
Samanta empezó hace poco más de un año en el levantamiento de pesas. Entre sus opciones para entrenarse también estuvieron el judo y el karate, pero ella quiso emular a sus padres (su papá, José Erazo, también fue pesista).
“Ella quiere levantar pesas y nosotros la apoyamos. Para mí es un orgullo verla competir”, aseguró la también madre de José Luis, de 6 años, quien practica gimnasia.
Ambas, madre e hija, muchas veces coinciden en los entrenamientos. La mamá también quiere continuar fortalciéndose para destacarse en la categoría Máster en los torneos nacionales e internacionales. Pero de momento, lo más importante es servirle de apoyo a su campeona. “Ojalá continúe y consiga mejores resultados que los míos”.