Este año está resultando tan decepcionante para el fútbol ecuatoriano, tan hórrido, tan desesperanzador, que la gesta de Independiente del Valle es la única alegría que disfruta el hincha de este sufrido y cada vez más fraccionado Ecuador.
Por eso, incluso se exagera un poco con lo realizado por el equipo que dirige Pablo Repetto en la Copa Libertadores, pues ya antes habían caído River Plate y otros campeones vigentes a manos de equipos ecuatorianos. Lo ‘histórico’, esos hitos inéditos que en realidad representan una superación de los límites, no está tanto en lo deportivo sino más bien en las acciones solidarias de este club, que sacrifica su taquilla en favor de los damnificados del terremoto. Hacer eso en estos tiempos de colapso en que cada dolarito cuenta es mejor aún que dejar fuera a River Plate.
Lo que muestra Independiente en la Copa tampoco puede llevarnos a pensar que el fútbol ecuatoriano está relativamente bien. Así llegase a ganar la Libertadores, Independiente es más bien una excepción que se destaca por el caos general de equipos endeudaos hasta la próxima generación, iliquidez en la hasta hace poco rica Ecuafútbol, escaso criterio en la contratación de refuerzos, sistemático abandono de las divisiones menores y otros problemas que ya conocemos.
Independiente es un modelo a seguir, un proyecto deportivo y social cada vez más consolidado, aún con enorme potencialidad. Al primer equipo le han faltado un par de refuerzos extranjeros que realmente aporten jerarquía y un entrenador más ducho en definiciones. Eso ha impedido que Independiente fuera campeón, algo que este club merece hace rato. Pero como el fútbol es algo más que merecimientos, habrá que esperar a ver si este año por fin Independiente da ese paso de prestancia que le ha estado faltando para ser monarca. Ya es hora.