El activista de derechos humanos Waldemar Jiménez habla sobre la intolerancia y la violencia en los estadios. La impunidad es la aliada de los agresores.
Por cuarta ocasión en cinco años, tenemos un muerto por violencia entre los espectadores. ¿Acaso ya no sabemos cómo ir a un estadio a mirar el fútbol?
Hubo un fuerte cambio en estos años. Antes había tripletas en el Atahualpa y uno podía quedarse toda la mañana en el estadio, sin problema. Pero hace ocho años las barras organizadas empiezan a mutar en barras bravas, a marcar territorios en las gradas y a establecer una lógica de protección. Esto tiene que ver con el sentimiento de pertenencia que la gente, sobre todo los jóvenes, siente.
¿Para ellos, el equipo sustituye a la Patria o a la familia?
La barra del equipo empieza a constituirse en un espacio de familia, de colores (como si fuera una Patria propia), ¡de todo! Pero también tiene que ver la manera en que se vende el espectáculo en los medios de comunicación. Hay ciertos programas deportivos que, cuando se enfrenta un equipo de la Sierra con uno de la Costa, casi que proponen una guerra. El espectador acude al partido con esa adrenalina que genera el hecho de no permitir que el otro gane el partido.
En Europa hay medios que son afines a determinados clubes, pero nadie acude al estadio para combatir con el rival por que vio un programa de un equipo…
Sí, pero hay una diferencia. Un programa radial exclusivo sobre un equipo no es lo mismo que un espacio general, donde se supone que deben tener cabida todos pero donde genera un regionalismo, que tapa los errores del equipo preferido pero exagera los del rival y exacerba la parcialidad.
Se dice que los hinchas van al estadio para ‘desahogarse’…
Los espacios de violencia se han desatado como un espacio de desahogo, en que no solo basta gritar o alentar sino en agredir al otro. Ese desahogo tiene una complicidad, por ejemplo, con la fuerza pública. Los últimos operativos han estado acertados, con la Policía acompañando a las barras varias cuadras, porque el problema real del fútbol, a pesar de la tragedia que pasó en la Casa Blanca, ocurre afuera del estadio y no adentro. Ahí ocurren las peleas más fuertes y las muestras de intolerancia. Me pasó a mí, cuando estaba almorzando con la camiseta de mi equipo y un hincha me maltrató.
¿Por qué los hinchas han pasado de la rivalidad a la enemistad?
Cada vez está más interiorizado en la población la intolerancia y el irrespeto. Cada vez somos más agresivos porque no respetamos la diversidad. Vemos al hincha rival como un inferior y no como un igual. ¿Cómo voy a permitir que me gane un inferior? Y si tiene el atrevimiento de ganarme, ¡le caigo!
Esta intolerancia, ¿no se cultiva en la casa y en los colegios?
Se cultiva en la sociedad. Cuando se dice al niño “Cuidado con ese extranjero porque es ladrón”, se está cultivando la xenofobia, aunque el extranjero nunca le haya robado. O prohibir a la hija que salga con un novio de piel distinta para que “no se dañe la raza”. En algunos colegios los profesores convencen a los alumnos de que son mejores que los demás porque son “machos”, porque son “patrones”. Esas concepciones traspasan al fútbol y a todo.
¿La impunidad es una aliada de la intolerancia?
Así es. Muere un hincha, se sanciona a un estadio, pasan 15díasy asunto olvidado. Si yo agredo en cada partido, si tengo confrontación con los miembros de otras barras, y si para colmo cometo un delito y no me pasa nada. ¡lo haré toda la vida! La Policía debe tener un registro de las barras que más agreden. Y, para eso, hace falta más control.
Entre los controles propuestos, se quiere normar la venta de cerveza. ¿Es culpable la bebida?
Si la cerveza fuera la culpable, habría muertos en las discotecas cada noche. Si al chico que murió le pedían mote, ¿entonces prohibiríamos el mote? Es verdad que, cuando uno bebe, hace cosas que no debería porque pierde sus facultades. Y los hinchas no deberían beber si afuera están sus autos y luego deben ir manejando.
Se busca un culpable…
Se está buscando un culpable, pero la responsabilidad no está en si al hincha que murió se le dio un vaso de cerveza. Muchas veces los hinchas ya están ebrios cuando entran. ¿Quién los deja entrar? Y el consumo de drogas dentro de las barras también existe. ¿El chico que mató al otro chico estaba en todas sus cabales?
No se sabe, pues no se detuvo al autor de la muerte…
¡Eso es lo más terrible! En este caso, el hincha muere frente a por lo menos cien personas, ¡y nadie lo detiene! Pudo salir y no pasó nada. Eso hay que discutir: ¿hasta qué grado la sociedad se queda impávida ante una muerte?
Está en aumento la colección de muertos y heridos. ¿Qué hacemos para salvar al fútbol?
Lo primero es dejar de darnos recetas mentiras. Una es la Ley del Deporte, que puede ayudar pero que no es la solución. Un asesinato es un asesinato, se cometa en las gradas del estadio o donde sea, con o sin Ley del Deporte. Ya se dijo antes que con un fiscal en los estadios se acabará la violencia. ¿Y dónde estuvo el fiscal en la última muerte? Solo son paños de agua tibia para tranquilizar a la sociedad para que la gente no deje de ir a los estadios. Hay que atrapar a los violentos para evitar la impunidad. El Ministerio del Deporte debe hacer campañas reales y evaluadas en contra de la violencia. Y los dirigentes deberían retirar su apoyo a las barras que generen violencia.
WALDEMAR JIMÉNEZ
Nació el 1 de octubre de 1973. Licenciado en restauración y lleva 12 años dedicado a la defensa de los derechos humanos.
Es presidente desde hace 6 años del Servicio Paz y Justicia del Ecuador (Serpaj), entidad enfocada en difundir la no violencia y la objeción de conciencia.
El Serpaj lleva adelante la campaña ‘Hinchas de Pichincha’ desde hace tres temporadas.