El triunfo de Cristiano y del marketing

Alejandro Ribadeneira Comentarista alejo@elcomercio.com El triunfo de Cristiano Ronaldo en el Balón de Oro es el triunfo del marketing, aquella oscura ciencia que parece ser la sucesora de la alquimia: sus sacerdotes convierten en plomo al oro. Y quién más plomazo que Cristiano Ronaldo, que cuando Lionel Messi le ganó el mismo Balón en enero del 2013, sus muecas lo consagraron en ícono del mal perdedor.

Hasta entonces, el portugués se había ganado abucheos por su mala actitud. Había dicho que "estaba triste" en el Real Madrid. Sonreía poco. Protestaba mucho. Atacaba con la cabeza caliente. Celebraba sus goles con un desborde de ego que empalaga incluso a sus fans. Y llegó a decir que todos lo envidiaban o criticaban porque era rico, guapo y buena gente. Pobrecito.

Fueron sus relacionistas públicos los que se hartaron y aplicaron un agresivo plan de reposicionamiento de imagen. Claro, el marketing funciona mejor si hay un buen producto y Ronaldo, que anota goles a camionadas, lo es. Pero también le obligaron a interactuar más con sus seguidores de las redes sociales Twitter y Facebook.

Le cerraron la boca cuando estaba furioso. Le pusieron pinzas en los labios para que sonriera más. También pasó a liderar al millonario Real Madrid. Y, claro, hubo dos golpeas maestros. Uno fue la definición de le repesca de Portugal ante Suecia, que tuvo como héroe a Cristiano Ronaldo, con sus goles decisivos.

Y otro fue la respuesta a Joseph Blatter, presidente de la FIFA, que lo acusó de ser un "comandante", a lo que el portugués respondió haciendo goles con un saludo militar, sin decir pío. Brillante. Solo así la imagen le pudo ganar al éxito de los cinco trofeos que levantó el francés Franck Ribéry, con el Bayern Munich, cuyas relaciones públicas están por los suelos porque no lo ayudaron a ganar nada en la elección de la FIFA.

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