La Selección me dejó sin argumentos. Aún no se si recurrir al pasado para añorar esa entrega que en el fútbol es tan primordial, igual que en las actividades de la vida. Lo de ayer me dejó más perplejo. Y por eso, ahora me pregunto: ¿a dónde vamos con la Selección?
La derrota ante Venezuela evidenció un equipo sin alma, sin espíritu, mejor dicho sin norte, sin brújula, sin argumentos que puedan sostener un proceso para las aspiraciones futuras de un país.
La Selección de hoy ya no enamora, está más cerca de la desilusión. Es el reflejo de la desorganización, de los intereses personales y empresariales de un grupo que la maneja a su antojo. Y por eso, hay que empezar a revisar las decisiones, tomadas inicialmente, para corregirlas en el camino. En ese proceso entra su entrenador Reinaldo Rueda, quien en Colombia y en Honduras sí logró renovar las plantillas de estas selecciones. Él, acá está en el limbo. Al igual que los directivos, es culpable de la falta de identidad a la que regresó la Selección, después de muchos años.
Después de ver al equipo que perdió 0-1 ante Venezuela, es necesario preguntarse si los jugadores que fueron a la Copa América, ¿eran los adecuados? Es un tema para debatir, pero los que están, han carecido de alma, espíritu y entrega, características que se suman a los irregulares planteamientos de su entrenador. Estoy convencido que faltaron otros que debieron reemplazar a futbolistas convocados y que coincidencialmente son representados por el hijo del presidente de la Ecuafútbol. Aún falta el partido ante Brasil, en la Copa América, pero ese no puede ser el termómetro para el futuro.