Parecía un viernes de música. El cantante ecuatoriano Fausto Miño tenía programado ofrecer una presentación gratuita en el Coliseo Rumiñahui de Quito. Pero, ayer, Ecuador también disputaba su segundo partido de eliminatorias.
Los horarios se cruzaban. Los tricolores jugaban a las 19:00 en Asunción y el concierto también estaba pactado para la noche. Entonces, la música se mezcló con el fútbol. Los organizadores programaron el show para las 21:00 y decidieron pasar el partido por tres grandes pantallas. La Tricolor fue telonera de Fausto Miño.
La gente se sintió atraída y asistió al coliseo con tres horas de anticipación. Cuando el árbitro dio el pitazo inicial, el público aplaudió. El sentimiento deportivo empezó a contagiar a todos. Niños, adolescentes y padres de familia no despegaron los ojos de la pantalla central del escenario.
Hubo gente de pie, en la cancha, otros sentados en las gradas y algunos en las sillas preferenciales. Los silbidos se volvieron ensordecedores, pues el volumen se encontraba bajo y las pantallas laterales estaban apagadas.
Ningún organizador pareció escuchar. Y las luces del escenario donde luego aparecería Miño no dejaron de cegar la vista de los asistentes. Al poco tiempo, bajaron las luces, prendieron las pantallas y la gente lució contenta.
Entre tanto tumulto, se oyeron gritos en cada intento de gol, muchos se estremecieron en cada ataque paraguayo y aplaudieron el juego de Ecuador al finalizar el primer tiempo. 0-0. Pero todos se guardaron el grito de gol.
En la etapa complementaria, el coliseo se colmó aún más de gente. La fiesta se vivió adentro. Sin embargo, se apagó momentáneamente cuando Cristian Riveros abrió el marcador para los paraguayos. Un golpe para los asistentes, que movieron sus manos en señal de desaprobación, silbaron y comentaron entre ellos.
Once minutos después llegó otra bomba. Darío Verón anotó el segundo gol y todo enmudeció por unos instantes.
La gente continuó atenta a las pantallas. Cuando Walter Ayoví estrelló la pelota en las mallas, la ilusión óptima de un gol que no fue emocionó a los hinchas. Y cuando Joao Rojas anotó, el coliseo festejó: los asistentes se abrazaron con emoción.
Luego del pitazo final, hubo una mezcla de alegría y desconsuelo, por la derrota. Pero no hubo tiempo para comentar lo que pasó en Paraguay. Fausto Miño estaba por salir a escena, con sus nuevas canciones. ‘The show must go on’.