Alrededor de un televisor en blanco y negro de solo cinco pulgadas, los detenidos del pabellón número 2 de la cárcel de choferes decidieron que así no podían ver el Mundial. Fue el 10 de junio.
Tampoco tenían plata para comprar uno nuevo. Entonces, uno de los detenidos, quien iba a salir al día siguiente, dijo que podía venderles uno.
No lo pensaron mucho. Metieron las manos en los bolsillos e hicieron cuentas.
El caporal, es decir el detenido más antiguo, quien permanece en el pabellón desde hace seis meses, empezó a recibir el dinero. Algunos pusieron hasta tres dólares. Otros expresaron que no tenían dinero, pero el caporal terminó por convencer a todos.
Su argumento les ganó: el “Mundial solo se vive cada cuatro años”. Al final, los 20 detenidos que estuvieron ese día colaboraron con lo que tuvieron y reunieron USD 50. Con esa cantidad cerraron el trato.
El televisor de 20 pulgadas lo instalaron al día siguiente y desde entonces es el centro de todas las actividades de este pabellón.
Gracias a la adquisición del aparato, ellos han disfrutado de todos los partidos, incluso de los que en la primera fase se jugaron desde las 06:30.
El televisor está sobre una silla, al lado de una hilera de literas donde duermen los detenidos.
Las camas son de una plaza y tienen delgados colchones de esponja. No hay sábanas, pero eso sí, todos los infractores utilizan cobijas gruesas, con las cuales se protegen del frío.
Ayer, en este pabellón, uno de los dos que existen en el Centro de Detención Provisional de Tránsito, de la calle Cordero, en el centro norte, estaban 19 aficionados. Ellos están ahí por manejar con aliento a alcohol, en estado de embriaguez o por ser partícipes de un accidente de tránsito en el cual hubo muertos o heridos (ellos pasan algunos meses). La mayoría se queda entre uno y tres días. 17 de los 19 contraventores observaban el partido. Querían que ganara España, aunque la mayoría hubiese preferido que un equipo sudamericano jugara la final. Todos, muy animados, comentaban el intenso partido.
El caporal no le hacía mucho caso al cotejo y lo observaba desde su cama. Otros, en cambio, casi ni pestañeaban. Uno de ellos era Fausto, un chofer de bus que está detenido desde hace cuatro meses y es el segundo a bordo.
Él comentó las jugadas con Fernando, un taxista detenido desde hace dos semanas.
Los dos analizaban las jugadas y son los que más disfrutaron del partido. Al final, en este pabellón, a pesar de estar detenidos, todos se quedaron contentos porque España se clasificó a la final.