En Rumicucho no se permite la huelga de árbitros ni de clubes

¿Quién dijo que ayer no hubo fútbol? Lo que no hubo fueron partidos de élite, pero los del pueblo sí.

Manolo Quintero no se unió al paro de pitos caídos. A las 12:00 él sacó su silbato blanco del bolsillo y dio inicio al duelo entre Real Sociedad y Manchester United, de Primera categoría, en la liga Rumicucho, a 20 minutos de El Condado Shopping.

Para llegar a cancha, el juez de 22 años caminó por 15 minutos por un sendero colmado de piedras y polvo. El transporte público es escaso en ese sector, sobre todo cuando es feriado.

Trabajar en fechas festivas no le incomoda a Quintero, a quien no hace falta preguntarle su nombre para saber cómo se llama. Para saberlo solo basta mirar su nuca. En esa parte de la cabeza su estilista le diseñó la palabra “Manolo”.

Para verse más atractivo, el árbitro también se pintó el cabello, el bigote y barba de color rubio. No se tiñó el vello de sus brazos porque casi no se le notan.

Quintero adoptó ese ‘look’ hace pocos días, pero afirma que desde que era niño ha sorprendido a sus amigos con sus extravagantes y coloridos peinados.

Ayer, el árbitro asistió a Rumicucho con varios minutos de antelación, y lo hizo portando correctamente su uniforme. La casaca tomate fluorescente lucía limpia, al igual que su pantaloneta negra.

Como en el fútbol de élite, en el que juegan Liga de Quito, Emelec o Manta, Quintero metió su camiseta por debajo del ‘short’. En esta ocasión, un reloj de mano se convirtió en su cronómetro.

Para verificar que el partido no se pasara de los 90 minutos, el árbitro de Esmeraldas pidió a Luis Tibán, vocal, que lo siguiera con su reloj. Igualados los aparatos, Manolo empezó a pitar un partido reñido, en el que Real Sociedad logró la medalla dorada, tras vencer por 3-1 a Manchester United.

En la liga de Rumicucho la mayoría de los 51 conjuntos tiene el nombre de un club famoso. Existe uno que se llama Barza, que se deriva de Barcelona. “Es que yo soy hincha de ese equipo, pero el de Guayaquil”, dice Tibán, mientras deja escapar una carcajada.

El nombre de Barza, Real Sociedad, Manchester... se escuchan en el graderío de esa liga todos los fines de semana, a excepción del 25 de diciembre y 1 de enero. Los habitantes de ese sector, ubicado en la parroquia de San Antonio, no conciben un sábado o domingo sin gambetas. “Me olvido de los problemas. No hay nada más bonito que ver la cancha llena”, dice María Shuguli, de 42 años.

La aficionada añade que a veces el árbitro Manolo le cambia de carácter. Según Shuguli, Quintero le tiene puesto ‘el ojo’ al equipo en el que juegan su esposo e hijo.

“La otra vez nos expulsó a tres jugadores”, dice, mientras en el otro lado de la cancha un grupo de aficionados del Manchester vociferan: “¡Manolo, pita bien!”.

El nombre que el árbitro exhibe en la nuca ha creado una relación cercana entre los jugadores, pero también le ha servido para que los hinchas le digan: “Manolooo...”.

A Quintero ya no le molesta que le griten, aquello forma parte de su oficio, dice, mientras recibe USD 14 por su trabajo. Esa cifra contrasta con los USD 370 que reciben los árbitros del fútbol profesional.

Cotejos por semana

El hombre   de 22 años  incursionó en el mundo del arbitraje hace dos años, cuando unos amigos le sugirieron esa disciplina como su oficio.
El juez dirige  de  tres a cuatro  cotejos barriales durante los fines de semana. Le  pagan USD 14 cuando pita encuentros  de  Máxima, Primera y Segunda  categoría. Por el de mujeres le  cancelan USD  10. De lunes a viernes Quintero  pasa con su familia.

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