Durante más de cuatro años el brillante Barcelona fundió con el televisor a cientos de millones de aficionados al fútbol en todo el mundo, hasta que llegó el inquietante febrero de 2013 y la gran pregunta se multiplicó hasta el infinito: “¿Qué le pasa al Barça?“.
La respuesta no es sencilla, pero los hechos son claros: el equipo de Lionel Messi se impone sin mayores problemas al 95 por ciento de sus rivales en una Liga española que ya tiene ganada, pero ofreció una imagen llamativamente ausente y un fútbol asombrosamente pasivo cuando le tocó medirse a dos grandes como el Milan y el Real Madrid.
“Tenemos que recuperar la sensación de equipo compacto e infalible”, dijo hoy Andrés Iniesta, un día después de la derrota de 3-1 en el Camp Nou ante el Real Madrid por las semifinales de la Copa del rey.
Esa imagen compacta e infalible tampoco se vio en la derrota de 2-0 en Milán por los octavos de final de la Liga de Campeones. Aquella noche el Barcelona jugó probablemente su peor partido desde el inicio de la era dorada en 2008. Sencillamente, no jugó.
Febrero es tradicionalmente un mes de bajón para el Barcelona, unas semanas en las que el equipo solía mostrar cierto agotamiento mental y fallar, pero nunca al nivel de este año.
Ya no está Josep Guardiola, el hombre que llevó al Barcelona a lo más delicioso del fútbol, pero tampoco su ‘número dos’, Tito Vilanova, que, con un estilo quizás más eléctrico, había prolongado la hegemonía. Vilanova, que se trata de un cáncer en Nueva York, está en permanente contacto con Jordi Roura, el entrenador interino, pero al Barça, dicen cada vez más seguidores, no se lo puede dirigir por ‘whatsapp’.
Cesc calificó de “oportunista” el acordarse de Vilanova ahora, en tanto que Iniesta fue más allá. “Sería una mentira si dijera que la ausencia de Tito no nos afecta”, admitió antes de aclarar: “No porque ahora hayamos perdido dos partidos debemos decir que Tito Vilanova vuelva ya. Lo primero es su salud”.
Pero a Nueva York voló hoy el presidente del club, Sandro Rosell, en una visita ya programada. En la noche del martes dejó claro que la ausencia de Vilanova no es un dato menor: “Echamos de menos a Tito, es nuestro líder”.
Los medios catalanes diseccionaron hoy sin prevenciones al desconcertante Barcelona de los últimos partidos. Y la coincidencia es que el problema existe, porque se habló de “bloqueo mental evidente”, de “pérdida del sentido táctico”, de un “absoluto desastre” y de un “manual de impotencia”.
La pregunta hoy era, sabiendo que el archirrival jugaría como jugaría, por qué los azulgrana no reaccionaron modificando algo de su esquema. Y el tema iba más allá de la ebullición twittera de la noche del miércoles, cuando tantos reclamaban el ingreso de David Villa, un jugador que viene de una larga lesión y de un cólico nefrítico.
Lo que muchos confirmaron es que el Barça se parece cada vez menos al Barça, algo que estremece a sus hinchas de cara al decisivo duelo del 12 de marzo ante el Milan en el Camp Nou.
Una oportunidad, también, porque un Barça en su mejor versión pondría fin a la depresión. “Todo es una cuestión de competir bien. Los rivales lo están haciendo y nosotros no tanto”, reconoció al filo de la medianoche el brasileño Dani Alves, el único jugador, hasta que habló Iniesta, que hizo verdadera autocrítica.
“Estamos atacando rápido, tenemos ansiedad por llegar a la portería rápido y eso hace que nos precipitemos cuando el rival está compitiendo bien y sabe a lo que juega. Así nos ganan porque tienen cualidades y esto es deporte de alto nivel”. ¿Y por qué le está pasando eso al Barça? Alves fue sincero: “No sé”. Un “no sé” podría aplicarse también al momento de Messi, “enjaulado” con maestría por los blancos y claramente superado en el duelo de siempre ante Cristiano Ronaldo: intentó dos tiros al arco contra nueve del portugués, que marcó dos goles.
Pero el argentino perdió además 16 balones, una cifra mayor de lo habitual. Lleva anotando goles en 15 partidos consecutivos en la Liga, pero en las últimas grandes citas no apareció.
Físicamente parece no estar en su mejor momento, y mientras su equipo perdió las claves para activarlo, los rivales encontraron la manera de bloquearlo. ¿Resultado? Un Messi a veces enfurruñado y lejos de ser decisivo como acostumbra.
Hoy, con gripe, se ausentó del entrenamiento. Lo que lleva a poner los ojos nuevamente en Nueva York, la ciudad del año sabático de Guardiola -dentro de pocos meses entrenador del Bayern Múnich-, la ciudad de la convalecencia de Vilanova. Porque Messi es un genio del fútbol, pero siempre necesitó de un equipo que funcionara y de un entrenador con autoridad e ideas claras.
Algo que se vio claramente con la selección argentina, donde sufrió en los años de Alfio Basile, Diego Maradona y Sergio Batista hasta tranquilizarse definitivamente con la llegada de Alejandro Sabella. Y algo que se notó, y mucho, en el Barcelona, donde Guardiola supo armar un equipo a su medida sin perder la primacía y la última palabra que todo técnico debe tener.