Tomado del Diario La Nación, GDA
Tras la eliminación en los cuartos de final de la Copa América, para encarar el futuro el gran desafío será retomar el protagonismo y pensar en un plan integral que abarque desde la formación en juveniles hasta su consolidación en la mayor.
Por F. Czyz
El período de duelo suele ser sencillamente un mal momento para hacer balances porque todavía la herida está abierta y no permite vislumbrar el horizonte de forma clara. Sin embargo, para la selección argentina, eliminado anoche en cuartos de final de su Copa América, se impone una refundación no sólo desde el punto de vista de los resultados sino también desde una concepción integral. Sin nombres propios se imponen cinco preguntas claves ¿qué se pretende de esta selección?, ¿cómo se quiere conseguir el objetivo?, ¿quiénes serán los intérpretes?, ¿cuáles serán las bases para construir este proyecto? y ¿cuándo se establecerán los distintos plazos para consolidar este proyecto?
Sin dudas la primera premisa para poder encarar esta refundación será tener claro el camino a seguir y, más allá de los resultados circunstanciales en cada presentación oficial o no, saber que en el horizonte hay una brújula que permite no desviarse del camino. Este camino a seguir supone no sólo planificar hacia adelante pensando en un proyecto de selección nacional sino también unas premisas que sean extensibles a las categorías juveniles y al fútbol argentino en su concepto amplio.
Este proyecto no se tendrá que regir por intereses económicos, mezquindades de egos personales, decisiones caprichosas y obtusas, críticas exitistas y resultadistas, actitudes individualistas y heroicas sino por lo contrario habrá que pensar en un bien común para la selección como una construcción colectiva pensada desde el consenso y la humildad con críticas constructivas para sumar y donde principalmente se vuelva a identificar a los representativos nacionales con una forma de jugar.
También habrá que tener otra premisa que tiene que ver con renovar los aires del fútbol argentino, que no tiene que ver con el reemplazo de toda una generación ni con la vacía premisa del “Que se vayan todos” sino con una apertura a escuchar aportes para esta refundación. Combinar la sabiduría de la experiencia con el ímpetu de la juventud siempre fue una fórmula que estuvo en el discurso en los distintos estratos de éste, nuestro fútbol argentino; es tiempo de llevarlo a la práctica.
Más allá de los inútiles e improductivos debates históricos que tiñeron nuestra historia futbolística, esta refundación no viene de la mano sólo de los resultados sino de un escenario, donde las estanterías se fueron reacomodando en los últimos 40 años en base a triunfos y derrotas. Porque si bien las competencias oficiales sirven para medir el nivel de la selección en el concierto continental, regional o mundial, el principal orgullo deberá ser en el futuro ver un equipo argentino dentro del campo de juego y fuera del mismo con la satisfacción de reconocer sus gestos como argentinos.
Entre las premisas tampoco puede faltar el proceso formativo y madurativo en las selecciones juveniles, un lugar que debe ser revalorizado para convertir al predio de Ezeiza, como un espacio donde no sólo se proyecten los jugadores del mañana para la selección mayor, sino que sea un espacio para adquirir los valores de este proyecto global que tiene como denominador común la camiseta celeste y blanca.
Con la herida abierta y en un período de duelo que recién empieza las primeras reflexiones hacia futuro deben hacerse sin nombres propios ni en búsqueda de culpables. Construir en lugar de destruir debe ser el mensaje desde el universo fútbol porque para conseguir la refundación de la selección lo principal será sentar las bases de un mañana desde el consenso y la crítica constructiva