Luego de un entrenamiento de Barcelona, un hincha se acercó al zaguero José Luis Perlaza e inocentemente le dijo: “Por favor ‘Avatar’ Perlaza, una foto por favor”. Esto no le causó gracia al espigado defensa, que con el ceño fruncido respondió: “chistosito”. Sin embargo, accedió a darle un autógrafo al aficionado y a sus acompañantes. Para cuando terminó, ya tenía una sonrisa dibujada en el rostro. Perlaza siempre parece malhumorado, pero nunca se niega a dar autógrafos y tomarse fotos o conversar con quienes lo requieran. Es una muestra de su origen humilde, que mantiene pese a ser uno de los jugadores claves del ídolo porteño.Pero para ganarse esta popularidad, Perlaza sufrió primero el repudio de la afición canaria en su llegada a Barcelona. Empezó a jugar en junio del año pasado y los hinchas lo pifiaban cuando tocaba el balón. Hasta que dos jugadas lo convirtieron en uno de los mimados del equipo: primero convirtió el gol que mantuvo la esperanza de mantener la categoría ante Macará, en el penúltimo partido del 2009. Y luego marcó el tanto de la victoria sobre Liga de Portoviejo y que tiene al club en la A.Desde entonces, la afición lo aplaude y cuando lo ven en la calle, se le acerca para tener un recuerdo con él. Su carácter afable se debe a su formación, pues nació en el populoso Barrio Lindo, de Esmeraldas. Se crió con su madre, Fanny Napa, quien falleció el 20 de junio. Nunca tuvo una buena relación con su padre, Nixon Perlaza. Se casó a los 18 años con Ana Julia Cangá, quien se convirtió en su apoyo sentimental. Ella es quien cocina para él, pues a Perlaza no le gusta la comida de los restaurantes. De hecho, al final de cada práctica, ‘vuela’ a su departamento, en el sector de El Bosque.Prefiere invertir su dinero en bienes. Hoy posee cuatro viviendas: dos en Riobamba, una en Quito y una en Esmeraldas. Pero su humildad sigue intacta.