[[OBJECT]]Peñarol de Uruguay y Santos de Brasil reviven hoy uno de los duelos históricos del fútbol sudamericano cuando se enfrenten en la primera final de la Copa Libertadores de América.
El choque se vuelve a repetir 49 años después, ya que los dos equipos protagonizaron la final de la tercera edición de este torneo, en 1962, que terminó con la consagración del equipo brasileño con Pelé entre sus estrellas fulgurantes.
Para esta versión 2011 del Santos, conquistar el título de la Libertadores significa revivir aquella época gloriosa que significó repetir el título en 1963, aunque ese año el rival fue Boca Juniors.
Para el entrenador, Muricy Ramalho, “no existe presión alguna” sobre sus jugadores debido a esos antecedentes. “Sabemos que podemos concretar un gran sueño. Llegar a una final es muy difícil, y lo logramos. Ahora trabajaremos por algo más”, dijo el DT.
Aspiraciones similares tiene su colega uruguayo Diego Aguirre, quien priorizó la Copa sobre la actividad local y considera esta instancia “un sueño inigualable” que se espera se concrete en la obtención del título.
La Libertadores es casi una obsesión para los seguidores de Peñarol, uno de los equipos uruguayos de mayor convocatoria, pero que hace 24 años no llegaba a una instancia decisiva como esta. La última fue en 1987, cuando fue campeón y tenía entre sus artillero al actual técnico Aguirre.
Peñarol alineará al mismo equipo que ha venido jugando los últimos partidos y solamente hay alguna duda en el banco de suplentes, de acuerdo con lo observado en el último entrenamiento realizado en el estadio Centenario.
La visita sufre, en cambio, cuatro bajas. No estarán el mediocampista Paulo Henrique Ganso, quien todavía no se recuperó de una lesión en el muslo derecho; tampoco el lateral derecho Jonathan ni el lateral izquierdo Leo, por lesión; tampoco el zaguero Edu Dracena, que fue expulsado en el partido de semifinales ante Cerro Porteño, en Paraguay.
La delegación de Santos, liderada por su astro Neymar, estuvo a punto de cancelar su vuelo a Montevideo como consecuencia de las inseguridades en el tráfico aéreo, alterado por la ceniza volcánica que se mantiene sobre los países del sur del continente.
El estadio Centenario lucirá lleno. Las últimas 7 500 entradas que quedaban se agotaron antes del mediodía.