Los gritos de gol y los aplausos, en los penales entre los aguerridos jugadores de Japón y Paraguay, confundieron a Amada.
La mujer, delgada y pequeña, aplaudía y preguntaba a su instructora, Katia Pérez, de quién fue el gol. Ella, un tanto confundida, levantó con júbilo las manos y aplaudió pensando que otra vez marcó Paraguay. Pero no fue así, porque un japonés convirtió uno de los penales.
Amada, junto a un grupo de no videntes, disfrutó del partido entre Paraguay y Japón, disputado ayer. Ellos pertenecen al Instituto Nacional para Ciegos del Ecuador (regentado por el MIES). El animado grupo se reunió en la casa de actividades que les sirve para identificar los objetos del hogar.
Judith, una mujer de tez blanca y cabello ensortijado, no dejó de alentar a Paraguay. Sentada en un sillón, levantaba las manos, aplaudía y seis personas más del grupo de no videntes la seguían. Se guiaban por el ruido de las manos y escuchaban con atención el relato de las voces de los narradores, provenientes de un televisor de 21 pulgadas. José Ramos oía con atención sin apartarse del bastón que colocó entre sus manos.
William, quien se sentó en el mismo sillón de José, repetía que Japón era mejor que Paraguay, que seguro ganaba. Apenas terminó de hablar, Judith le increpó ‘¡fuera!’ y todos rieron.
Ella estaba convencida de que los charrúas iban a ganar y con Pablo, otro joven, hablaban del marcador final. A Hernán Pichicho no le interesó el cotejo. Prefirió dirigirse a la cocina. Ahí encendió una hornilla, preparó canguil y en bandejas sirvió a sus compañeros. “Solo faltan las cervezas”, se escuchó en el grupo.
En la plática, los amigos no olvidaron mencionar a los favoritos para la final del Mundial. Pablo, otro joven, pronosticó que serían Brasil con Argentina. Judith le interrumpió para decir que escuchó que Diego Maradona se iba a desnudar si ganaba la Copa del Mundo. Enseguida Judith expresó: “¡Qué alivio que no veo!” y todos volvieron a reír. Durante el segundo tiempo, William se levantó de la silla y no se sentó más. Caminaba de un lado a otro, repitiendo que estaba nervioso. Él apostó USD 5 a que Japón ganaba. Pablo lo desafió. Al finalizar el partido, William se resignó a escuchar los gritos y los aplausos de los demás, por el triunfo de Paraguay. Por ello regresaron contentos a sus actividades normales en el Instituto.