La nacionalización de Matías Oyola y Esteban Dreer gracias a sus ‘relevantes’ servicios en este país soberano y altivo ha generado críticas. Los comentarios han venido incluso de colegas futbolistas como Antonio Valencia, extrañado por la rapidez del trámite. “Hay muchos ecuatorianos en otros países que esperan mucho tiempo para obtener la residencia. En Ecuador obtienen la nacionalidad muy pronto”, sostuvo el futbolista en su cuenta Twitter, sin mencionar a los jugadores, aunque es obvio a quienes se refería.
Pero también hay defensores del beneficio que han recibido los jugadores por parte del Presidente de la República, tan generoso que en el mismo día perdonó millonarios juicios, extendió dos cartas de naturalización y compartió las delicias del chef presidencial con Deportivo Quito en Carondelet. A cambio, los jugadores solo llevaron camisetas.
Otra vez, hagamos un proceso de reflexión para un tema que ha herido demasiadas sensibilidades y que, en lugar de arrancar lamentos que ya suenan fofos (“deja de atacar al ídolo” y otras frases de amplio nivel cultural), debería servir para debatir sobre la importancia que le damos a eso tan solemne que llamamos ‘Patria’.
1. La figura de ‘servicios relevantes’ está al libre albedrío del Primer Mandatario. En la práctica, ¿qué es un ‘servicio relevante? Los futbolistas no son soldados que repelen al invasor, no han descubierto la cura del Alzheimer, no han educado a los analfabetos (ah, cierto que Raúl Vallejo dijo que no hay analfabetos en Ecuador), no combaten cuerpo a cuerpo contra la delincuencia; en realidad, no han hecho otra cosa que su trabajo por el cual reciben un sueldo: jugar al fútbol. Algunos, en todo caso, colaboran con obras de caridad y abren pequeños negocios, aunque eso tampoco es para correr a darles la bandera. Ofrecerles la nacionalidad por sus méritos deportivos es solo un pretexto.
2. Dejemos de lado los casos en que los jugadores se han nacionalizado por su cuenta, ya al final de sus carreras y luego de seguir los trámites paso a paso, sin presiones de los clubes. Ellos han cumplido los requisitos como cualquier persona. La nacionalización por ‘servicios relevantes’ es lo polémico, pues se trata de un atajo para que los clubes puedan contar con un cupo libre de jugadores extranjeros. Es el caso de Matías Oyola y Esteban Dreer, que no fueron inscritos hasta esperar la culminación del trámite. ¿Por qué no nacionalizamos a cada buen jugador que arribe al país (y que ya no tenga esperanza de acceso a un club del exterior) de una vez, para evitarnos la molestia de fingir apariencias? Desde la otra orilla, ¿no es un abuso de los clubes presionen a un extranjero con su nacionalización para garantizar su continuidad en el puesto de trabajo? ¿Qué hubiera pasado con Oyola si el Presidente decidía no firmar la naturalización? ¿Se hubiera quedado un año en paro? Por supuesto, se dirá que la dirigencia estuvo atenta y todo lo tenía fríamente calculado. Pero tenemos derecho a dudar, sobre todo si es la misma dirigencia que se hizo bolas con los 500 cotejos de Barcelona en el Monumental, cuando en realidad eran 498 según las estadísticas de Aurelio Dávila que aún no han sido desmentidas.
3. La naturalización por ‘servicios relevantes’ también ha sido el súper pretexto para nacionalizar a extranjeros que están en la mira para jugar en la Tricolor. Por supuesto, se trata de unos servicios relevantes por adelantado, pues primero se da la carta y luego se juega en la Selección. A la larga, los clubes también se benefician porque los naturalizados juegan en Ecuador. Es el caso de Marcelo Elizaga, Norberto Araujo, Carlos Juárez (que nunca más volvió) y tantos otros. La frase tan manida de Bolívar (la Patria está donde se lucha, no donde se nace) tendría sentido para los futbolistas que en realidad se quedaron en el país. En todo caso, eso de que la Patria se reduzca a un equipo de fútbol nunca será sano.
4. Quizás es mala idea que el Presidente de la República sea quien firme esas naturalizaciones, tan subjetivas y siempre cargadas de polémica, sobre todo si el Mandatario es fanático de un equipo, aunque sus intenciones sean buenas. Sería mejor que un departamento técnico de la Cancillería las regule para que ningún deportista reciba privilegios. Así no habría espectáculo político, malsanos comentarios ni injusticias.
5. Muchos comparan los casos de Oyola y Dreer con los de Norberto Araujo, Claudio Bieler y Hernán Barcos. Es verdad que también se trata, a fin de cuentas, de nacionalizados que liberan a Liga de cupos extranjeros. Pero quizás Araujo tiene más mérito deportivo que muchos de sus colegas, pues formó parte del equipo que ganó el único título importante del fútbol ecuatoriano, se lo nominó para jugar en la Tricolor y tampoco gozó de un ‘lobby’ tan fuerte como el que presionó por Oyola. El DT Zubeldía dijo que Oyola era el único jugador imprescindible de su equipo. La dirigencia apeló al Presidente y al Ministro de Deportes. Lo de Bieler es totalmente distinto: el jugador hizo los trámites por su cuenta, ya no estaba en Liga y no recibió la firma del Presidente, aunque es campeón de la Libertadores. Curiosamente, como no le fue bien en el exterior, regresó a Liga y se benefició por su condición de ecuatoriano. Lo de Barcos apunta a una posible convocatoria para la Tricolor; si sigue en buen nivel, quizás nunca más juegue en Liga. Barcos, en todo caso, tiene todos los requisitos para ser naturalizado por la vía normal.
6. También se ha dicho, con una maldad que raya en lo demencial, que Alexander Domínguez es colombiano. Todos conocen la historia de Dida, que proviene de una zona fronteriza sumamente pobre, en que todos son de aquí y de allá y de ningún lado. En todo caso, el arquero arregló sus papeles, pagó una suspensión por el descuido de sus padres y es ecuatoriano por derecho. Es más: Domínguez es más ecuatoriano que un montón de personas que hablan sin conocer su realidad. Que juegue en Liga es solo un accidente del destino, porque pudo jugar en El Nacional o cualquier otro equipo.
7. Ya es hora de que páginas web como Hincha Amarillo, Fiebre Amarilla y otras parecidas den un salto de calidad. A estas alturas, es incomprensible que todo comentario que se emita reciba el calificativo de ‘ataque’ contra Barcelona. Sus responsables ya deberían entender que un comentario no es un ataque a esa sagrada entidad conocida como Barcelona SC, sino una reflexión sobre actos cometidos por personas de carne y hueso, que no son sacros de ninguna manera. Los actos públicos son sujetos de interpretación. El colmo ha sido que el vocero de Barcelona, Luigi Macchiavello, afirme que existe la posibilidad de que el equipo no atienda a los periodistas de El Comercio por las críticas que todo columnista tiene derecho a realizar con su libre estilo. ¡Ah, nuestro fútbol, aún tan tierno!