Entrevista a Manuel Cortez.
Lleva 47 años en El Nacional. Llegó al equipo siendo ‘canillita’.
¿Qué recuerda del tiempo en que usted les vendía EL COMERCIO y revista Estadio a los jugadores de El Nacional en 1967?
Yo era peladito y necesitaba ayudar a mis padres, porque no tenían plata. Me metía al cuartel Epiclachima y al complejo El Sena. Vendía EL COMERCIO a 1 sucre y también vendía Estadio, que costaba 2. Luego, los jugadores me pedían que les comprara sánduches. Y desde ahí me quedé trabajando en El Nacional hasta ahora.
¿Qué compraban más los jugadores?
Era parejito entre el diario y la revista. ÚLTIMAS también se vendía, a 50 centavos.
¿Quién y por qué le puso el apodo ‘Careloco’?
Los jugadores de esa época. Roosvelt Castillo, Tom Rodríguez. No hay una explicación de por qué me lo pusieron. Me empezaron a decir: ‘Careloco, Careloco’. Yo no me molesté, y quedó así.
Usted llegó al equipo y ese año fueron campeones. Era la cábala…
Me molestaban con eso los jugadores. Pero lo de las cábalas y eso es más nuevo en el fútbol, de los últimos años.
Usted jugó en ligas barriales e incluso en la Reserva de El Nacional. ¿Se considera un futbolista frustrado?
No, ¿por qué? Jugué aquí hasta en la Reserva, Dios quiso que me quedara como utilero. Si habría sido jugador, capaz y no podría haber conocido todos los países que he conocido siendo utilero.
Jugar en la Liga Dos Puentes debió haber sido muy bravo…
Era bravísimo. Mi equipo era el Sport Boys. Era un equipo de la familia y de amigos. Jugar ahí era duro, verá. Se metía pierna fuerte.
Tiene 65 años y sigue siendo delgado. ¿Puede compartir la receta?
Es que eso es una cuestión de contextura. Yo siempre estoy comiendo, pero siempre estoy caminando o corriendo para hacer mis labores aquí en el equipo.
Cuénteme la anécdota de cuando llevó balones inflados al aeropuerto…
Yo recién estaba empezando en esto de la utilería. El profesor Ernesto Guerra, por molestarme, me dijo que llevara los balones inflados. Cuando llegué al aeropuerto, la gente de la aerolínea me hizo desinflarlos.
¿Se puso nervioso?
¡Claro! pero ahí pagué la novatada y desde entonces estuve más pilas.
¿Qué otras anécdotas de viaje recuerda?
Por ejemplo, me acuerdo de aquella vez en Lima que nos cortaron las maletas con cuchillo y se nos llevaron zapatos. Era complicado.
¿Ahora los bultos de utilería son más pesados, no?
Claro, ahora hay que llevar ocho pares de zapatos por cada jugador, entre calzado de juego y los de concentración.
¿Quién fue el jugador más zapatón que tuvo?
Hólger Quiñónez, cuando fui utilero en la Selección. Él calzaba 47.
¿Y el más chiquito?
Christian ‘Diablito’ Lara, que calzaba 36 ½
¿El Chucho Benítez (+)?
No, él si tenía el pie normal. Calzaba 40.
¿Qué recuerda de él?
Un buen muchacho. Yo lo tenía en mi casa. Eso nadie sabía, es la primera vez que lo cuento: yo le daba de almorzar, le cuidaba. El ‘Chucho’ comía bastante. Fue un muchacho sensacional. ¡Que Dios lo tenga en su gloria! Hablando de personas que ya no están en este mundo.
¿Qué recuerda de Dragan Miranovic (+) y Héctor Morales (+)?
Fueron dos grandes, grandes técnicos y mejores personas. Los recuerdo y les pongo en el mismo lugar con Mario Saralegui, el profesor Ernesto Guerra, Óscar Malbernat, Carlos Sevilla…
El fútbol le ha dejado amigos. Incluso un yerno: Luis Chérrez.
Si, el ‘Lucho’, que es un gran amigo, estás casado con mi hija. El fútbol me ha dejado amigos y me ha dado mucho. Y creo que también yo le he dado bastante al fútbol.
¿Le incomodó cuando Chérrez empezó su relación con su hija Irene?
Yo pasaba aquí trabajando y no me enteré de nada. Cuando supe, ya era demasiado tarde (jaja…).
¿Habló con él cuando se enteró de la relación?
Sí, claro. Le dije que tiene que ser un hombre responsable, casarse y ahora mire, ya tienen cuatro hijos. Tengo dos hijos, cada uno me dio muchos nietos.
¿Y es muy consentidor como abuelo?
Bastante. Se les consiente en todo lo que se puede.
¿Alguno de sus nietos salió bueno para el fútbol?
David le pegaba bien. Mi otro nieto, Daniel, se está probando en el Quito.
Dicen que acompaña sus jornadas de trabajo oyendo música ‘chicha’ y que su canción preferida es: 17 años. ¿Es cierto?
(Jaja). 17 años (jaja). No es mi canción preferida, pero sí me gusta la ‘chicha’ y toda la música nacional, los pasillos, le hago a todo, realmente.
Diga la verdad: de los 13 títulos que ha vivido aquí, ¿cuál le gustó más?
El de 1992, ante Barcelona. Hubo un llenazo en el Monumental y los hinchas decían que Barcelona iba a ser campeón, pero les dimos la vuelta olímpica en su estadio. Luego nos fuimos a dar otra vuelta en la avenida 9 de Octubre.
Y el momento más triste, ¿cree Ud. que fue el descenso de 1979?
Exactamente. Era el equipo tricampeón, pero descendimos a mediados de año.
¿Lloró?
Bastante. Son momentos muy difíciles. Otra situación muy triste fue hace un año, cuando casi descendemos en el 2012. Fue una sensación similar a la del 79.
Ahí apareció el ‘Careloco’ motivador. Dicen que se mandó un gran discurso antes del partido con Técnico en Ambato…
Yo no sé, me cogió el sentimiento. Les dije que este era un equipo grande, que había que pelear. Me decían “lo vamos a hacer por vos Viejo, vamos a ganar”, y así fue.
Manuel Cortez
- Es el utilero de El Nacional de las últimas cuatro décadas. Ha celebrado con el equipo criollo los 13 títulos y también se ha amargado con el descenso. En el equipo le dicen ‘Careloco’ o ‘Viejo’. Para el primer apodo aún no encuentra una explicación.
La frase
- El profesor Guerra, por molestarme, me dijo que llevara los balones inflados al aeropuerto. Cuando llegué, la gente de la aerolínea me hizo desinflarlos. Esa fue mi primera novatada”.